Roma unifica el mundo antiguo |
Los primero habitantes de la península Itálica
Para los antiguos, lo que se llamaba
Italia
era sólo la península propiamente tal, o sea la región
atravesada por los Apeninos. La llanura del Po, ocupada en el siglo V a.C. por
los galos, era considerada como parte de
Italia se caracteriza por sus contrastes geográficos. Los Apeninos se elevan en su parte más alta hasta casi 3.000 m. A orillas del Adriático se extiende una estrecha faja costera. Hacia el oeste los Apeninos descienden hacia llanuras más amplias que se abren hacia el mar. Etruria, la actual Toscana, país de los etruscos; Lacio, a orillas del Tíber inferior; la fértil Campania.
Italia estuvo habitada originalmente por los ligures. Hacia el 1200 a.C. fue invadida por los itálicos de origen indoeuropeo. Entre ellos se distinguieron ante todo los latinos, los habitantes del Lacio que se establecieron en el valle del Tíber a cuyas orillas nació la ciudad de Roma . En el siglo X a. C. se establecieron los etruscos en Toscana, provenientes quizás del Asia Menor. A partir del siglo VIII el sur de Italia y la isla de Sicilia se llenaron de colonias griegas . En la parte occidental de Sicilia se establecieron algunas colonias fenicias bajo la protección y dirección de Cartago, la poderosa ciudad fenicia en el norte de África.
Los orígenes de Roma
La monarquía
El gran poeta Virgilio, basándose en la tradición y la leyenda, cuenta en su poema Eneida que el héroe troyano Eneas, después de la caída de Troya, había llegado al Lacio y se había desposado con Lavinia, hija del rey Latino. De ellos descendió Rea Silvia que tuvo dos hijos gemelos, Rómulo y Remo, del dios de la guerra Marte. Un hermano de Rea Silvia, anheloso de conquistar el poder para sí y sus hijos, hizo colocar a los gemelos en un canasto en el río Tíber. Mas, ellos se salvaron, siendo criados por una loba.
Años después los hermanos fundaron una ciudad al pie del monte Palatino en el mismo lugar donde los había encontrado la loba. Rómulo levantó un muro defensivo en torno de la ciudad. Remo saltó por encima del muro para reírse de su hermano. Rómulo le dio muerte. El área urbana era sagrada; nadie lo debía violar. Rómulo quedó como dueño de la ciudad y le dio su nombre.
Según la leyenda Roma fue fundada el año 753 a. C.
Los romanos tomaron los hechos narrados por Virgilio por hechos históricos. La investigación moderna califica las tradiciones en su mayor parte de leyendas. A ciencia cierta se sabe que los latinos fundaron algunas aldeas en las siete colinas que se elevan al sur del río Tíber. Tal vez en el siglo VIII estas aldeas se unieron y formaron la ciudad de Roma.
Luego después la ciudad cayó bajo el dominio de los etruscos, los cuales se extendieron desde Toscana al sur. Los etruscos estaban acostumbrados a la vida urbana y fundaron en Italia numerosas ciudades. Desde las ciudades fortificadas extendían su dominio sobre los alrededores y sometían a la población a servidumbre.
Durante largo tiempo gobernaron en Roma reyes y noble etruscos. La leyenda refiere que después de Rómulo siguieron seis reyes, el último de los cuales fue Tarquino, el Soberbio. Los etruscos transformaron a Roma en verdadera ciudad. Desecaron la región pantanosa al pie del monte Palatino mediante canales subterráneos (cloaca máxima). Allí establecieron como centro de la ciudad el foro, o sea el mercado. Consagraron el monte Capitolino a los dioses y construyeron en su cima los primeros templos.
La República
La organización de la República
La leyenda se refiere a los numerosos crímenes y actos despóticos cometidos por el rey etrusco y sus hijos. Finalmente los patricios romanos se levantaron y hacia el año 500 a.C. expulsaron a Tarquino de la ciudad. Nunca más querían tolerar a un monarca en Roma. La palabra "rey" se hizo odiosa. Roma debía ser una "república", esto es, el Estado no debía ser de uno, sino de todo el pueblo, debía ser "res publica" (cosa pública).
El gobierno fue asumido por las familias aristocráticas que se consideraban los verdaderos representantes de la ciudadanía romana, del "populus romanus". Estas familias derivaban su origen de algún antepasado ilustre (pater) y por eso se calificaron orgullosamente de "patricios".
Debajo de ellos estaba la plebe que constituía la masa de la población y que estaba formada por artesanos, comerciantes y campesinos. Los plebeyos poseían la libertad personal, pero no pertenecían al "populus" y, por tanto, no poseían derechos políticos.
Los patricios se mantenían rigurosamente separados de la plebe. Sólo ellos disfrutaban de los derechos públicos, sólo ellos ocupaban las magistraturas, los asientos en el Senado y las dignidades sacerdotales. No permitían que un plebeyo se casara con una patricia: no había "connubio" entre plebe y patriciado. Si un plebeyo quería disfrutar de seguridad personal, debía colocarse bajo la protección de un patricio. De este modo, los patricios más poderosos se convertían en "patrones" de un gran número de "clientes".
La república romana careció de una constitución escrita. La vida política, al igual que la vida de la familia, se guiaba por la tradición y la costumbre inmemorial. Una organización política vigorosa debía poner a Roma en condiciones de hacer frente a todo peligro externo. Todo debía quedar sometido a los intereses superiores del Estado y del bien común. Los magistrados quedaron investidos de una fuerte autoridad con el fin de poder obligar a todos los ciudadanos a servir al Estado.
El cambio más importante que se produjo a raíz de la abolición de la monarquía y la institución de la república fue el reemplazo del rey por dos cónsules, elegidos anualmente por la asamblea popular. Los signos externos de su poder eran la silla curul, la toga pretexta y el cetro de marfil.
Eran acompañados de doce lictores cuyos fasces y hachas eran símbolos de que los cónsules tenían poder sobre vida y muerte. Los cónsules duraban sólo un año en su cargo y debían rendir cuenta de su acción ante la asamblea popular. Cada uno podía vetar y anular las resoluciones del otro. De esta manera, se quería evitar que uno abusase de su poder y se convirtiese en tirano.
En tiempos de guerra o de grave crisis externa se podía nombrar a un dictador en lugar de los cónsules. Todos debían someterse a sus órdenes. Pasado el peligro, el dictador debía renunciar y de ningún modo podía permanecer en su cargo más de seis meses.
Los dos cónsules dirigían el Estado y comandaban el ejército. A medida que Roma fue creciendo se hizo necesario crear otras magistraturas a las cuales se encomendaron funciones específicas. Los censores, elegidos por cinco años, realizaban cada lustro un censo con el fin de determinar la fortuna de los ciudadanos y de distribuirlos en sus respectivas clases y centurias.
Los censores velaban además sobre las buenas costumbres y sobre la preservación de la tradición. Los seis pretores o jueces estaban a cargo de la administración de justicia. Los ediles tenían bajo su dirección a la policía y vigilaban los mercados y los precios. Dos cuestores administraban el tesoro público que se guardaba en el templo de Saturno.
La institución política más importante era el Senado, formado por unos trescientos patricios que ocupaban su cargo en forma vitalicia. Los senadores eran hombres de gran experiencia y autoridad. Controlaban a los cónsules y sus opiniones, los senadoconsultos, eran obedecidos por los cónsules como leyes. El Senado sancionaba las resoluciones de la asamblea popular y vigilaba el cobro de los impuestos y la hacienda pública.
Sólo los patricios y sus clientes integraban la asamblea popular. Esta decidía sobre guerra y paz, elegía a los cónsules y demás magistrados y votaba las leyes.
(Ver Instituciones republicanas en Roma y ver, además, Roma: de la República al Imperio )
La religión romana
Los romanos fueron sumamente piadosos. Creían en un sinnúmero de dioses y creían que a toda actividad humana y a todo fenómeno de la naturaleza correspondía alguna divinidad. Por medio de oraciones, sacrificios y mandas trataban de obtener la ayuda divina.
Había divinidades especiales para todas las actividades agrícolas, para la siembra y la cosecha, para el crecimiento de las plantas y los animales. Tempestades y sequías eran impuestas por algún dios airado.
En el ser humano actuaba una fuerza divina, el genio, que era también su ángel protector. Un gran número de dioses protectores cuidaban del hombre desde el nacimiento hasta la muerte. Había una diosa Ossípago que endurecía los huesos a los niños, un dios Estatilino que enseñaba a andar, un dios Fabulino que enseñaba a hablar.
Había que rendir culto a las almas divinizadas de los antepasados, los manes. La diosa Vesta cuidaba del fuego del hogar. La casa era protegida por los lares. Los penates cuidaban de las provisiones. Los protectores de los campos eran el pacífico Saturno y el belicoso Marte.
Al frente del panteón romano figuraba la tríada Júpiter, Juno y Minerva. Júpiter, señor del cielo, que se manifestaba a través del trueno y del relámpago, se convirtió en dios principal y protector de la ciudad y del poder romano.
Los romanos agradecían a Júpiter sus triunfos en la guerra. La procesión triunfal del general victorioso era un acto sagrado en honor de Júpiter quien había triunfado a través del general. El triunfador, cubierto de magníficas vestimentas con adornos de oro, se dirigía en un carro tirado por cuatro caballos blancos al Capitolio. Un esclavo mantenía sobre su cabeza la corona áurea de Júpiter y le repetía las palabras: "Recuerda que eres un mortal". Le seguían los prisioneros de guerra y sus oficiales y soldados que cantaban himnos en alabanza a su jefe. En el Capitolio el triunfador ofrecía los sacrificios de gracia.
Los romanos, al entrar en contacto con la cultura griega, identificaron a sus dioses con los dioses griegos: Júpiter fue identificado con Zeus, Venus con Afrodita, Mercurio con Hermes. Al mismo tiempo los romanos empezaron a introducir en Roma a dioses y cultos extraños. Los etruscos introdujeron en Roma la costumbre de erigir estatuas en honor de los dioses.
El culto doméstico era ejercido por el padre de familia. Para el culto público había sacerdotes a cuyo frente figuraban los pontífices y el Pontífice máximo. Las sacerdotisas de Vesta, las vestales, cuidaban en el templo de la diosa el fuego sagrado. Las vestales no debían casarse para dedicarse enteramente al culto divino.
Los romanos daban una importancia decisiva a los presagios y augurios. No iniciaban ninguna asamblea, ninguna elección, ninguna guerra sin haber consultado la voluntad de los dioses. Sacerdotes especiales, los augures, debían observar el vuelo de las aves, el relámpago, los intestinos de los animales y otros signos. Las gallinas sagradas desempeñaban un papel importante en la guerra y los cónsules hacían depender sus decisiones de si las gallinas comían o no.
(Ver La religión romana )
La familia romana
En la Roma antigua la vida era sencilla y austera. Base de la sociedad fue la familia, institución civil y religiosa, unida por el culto de los antepasados y del hogar. Hombre y mujer se consagraban a los deberes que los dioses y la república les imponían.
La casa era sencilla: un edificio de adobes de un piso. La pieza principal en que estaba prendido el fuego del hogar era el atrio. La pieza recibía luz de una abertura en el techo por la cual salía el humo y, en tiempos de lluvia, caía el agua que se juntaba en una pileta. Con el tiempo se agrandó la abertura y se sujetó el techo con columnas. De esta manera se formó un patio interior, parte importante de la casa romana.
Hombre y mujer usaban la túnica, una camisa de lana sin mangas. En público, el hombre usaba la toga, privilegio del ciudadano que gozaba de todos los derechos cívicos.
El padre de familia tenía derechos absolutos sobre la familia. Era su jefe, juez y sacerdote. Tenía el derecho de vender como esclavos a su mujer y a sus hijos. Él representaba a todas las generaciones. Sobre él actuaban los genios de los antepasados. Las máscaras mortuorias de éstos estaban colgadas en el atrio, junto con la anotación de sus triunfos y méritos y las insignias de las magistraturas que habían ocupado. Había que honrar a los antepasados y continuar las gloriosas tradiciones de la familia.
A pesar de que la mujer estaba sometida a la autoridad absoluta del marido, gozaba de alta estimación y era respetada como la dueña del hogar. A los hijos se les inculcaba una austera disciplina, sentido del deber y de la responsabilidad y acendrado espíritu cívico.
(Ver más sobre La familia romana , y ver también Roma, costumbres , además de Educación romana )
Economía
Tal como le sucedió a Grecia al principio, Roma no pasó de ser una ciudad de campesinos-soldados, es decir que mientras reinaba la paz los hombres se dedicaban a los trabajos del campo pero como las pretensiones romanas los llevaron a la conquista del antiguo mundo, tuvieron que otorgar más peso e importancia a las labores bélicas, esto significaba que los hombres debían abandonar más frecuentemente y por más tiempo sus parcelas con lo que la productividad quedaba en manos de los esclavos o sencillamente no existía.
Por supuesto que al ser considerada un imperio Roma incluyó impuestos a sus pobladores y provincias para mantener el funcionamiento del estado, pero como la tradición había hecho que la financiación de todo el imperio dependiera de las conquistas, llegó un momento en que no pudo sostenerse.
(Ver más sobre La economía en Roma )
Luchas entre patriciado y plebe
Originalmente el ejército estuvo formado sólo por los patricios y sus clientes. Se componía de caballería y de infantería con armas livianas. El aumento del poder de Roma y de sus compromisos militares obligó a incrementar el ejército y crear unidades nuevas dotadas de armas pesadas que originaban grandes gastos. Como las fuerzas de los patricios resultaron insuficientes se tuvo que recurrir a los plebeyos.
Una amplia reforma, la llamada reforma serviana, dividió a la población romana según su fortuna en 193 centurias y 5 clases. Los ciudadanos más acaudalados formaban 18 centurias de caballería y 80 centurias de infantería con armas pesadas. Las cuatro clases inferiores formaban en total 95 centurias.
La asamblea de las centurias, o sea, la asamblea del cuerpo armado, adquirió con el tiempo cada vez mayor importancia y se hizo cargo de las funciones de la vieja asamblea popular patricia. Los comicios centuriados eran convocados por los cónsules y se reunían en el Campo de Marte en las afueras de la ciudad. Cada centuria tenía un voto. Como las centurias de caballería y de infantería de primera clase tenían mayoría, los aristócratas y los plebeyos ricos podían imponerse en todas las votaciones.
(Ver: Mapa conceptual sobre la Sociedad romana )
A pesar de que las barreras entre el patriciado y la plebe empezaron a caer, los plebeyos siguieron expuestos a las arbitrariedades de los magistrados patricios. El servicio militar se convirtió en pesada carga para los pequeños campesinos. Mientras permanecían bajo las armas, sus tierras quedaban sin cultivo. Al igual que en su tiempo en Ática, también los campesinos en Roma debían responder con su persona por sus deudas y muchos quedaron reducidos a la servidumbre.
Los plebeyos se reunieron en asamblea propia y eligieron a sus propios magistrados, los tribunos de la plebe. Éstos asumieron la defensa de la plebe frente a los abusos del Senado y de los magistrados. La leyenda refiere que finalmente los antagonismos entre los patricios y los plebeyos llegaron a ser tan fuertes que éstos decidieron abandonar la ciudad y dirigirse al Monte Sagrado para fundar allí una ciudad propia, puramente plebeya.
Recién entonces cedieron los patricios y reconocieron a los tribunos de la plebe ciertos derechos: los tribunos eran inviolables , esto es, toda persona que atentaba contra ellos se hacía reo de muerte; ejercían el derecho de auxilio que les permitía acudir en protección de todo plebeyo afectado por una medida arbitraria de un magistrado patricio, y obtuvieron el derecho de veto que los facultaba para vetar medidas administrativas y senadoconsultos.
Sin embargo, los plebeyos aun no se sintieron seguros, ya que no había leyes escritas y el derecho consuetudinario sólo era conocido y administrado por los patricios.
En el año
La ley de las doce tablas constituye el comienzo y la fuente de toda la grandiosa legislación romana. Todo niño en el colegio se la tenía que aprender de memoria. (Ver Leyes romanas )
Poco tiempo después de la promulgación de la ley de las doce tablas se permitió que los patricios y los plebeyos contrajesen matrimonio. Paso a paso los plebeyos lograron ser admitidos en las magistraturas. Una ley del año 336 a.C. dispuso que uno de los cónsules debía ser siempre un plebeyo.
A partir del año 300 los plebeyos también tuvieron acceso a los altos oficios sacerdotales. Sin embargo, sólo las personas de fortuna podían dedicarse a la carrera pública ya que las magistraturas eran honoríficas y no eran remuneradas. Sólo las familias plebeyas enriquecidas pudieron hacer uso plenamente de los derechos que habían conquistado.
Los plebeyos ricos se mezclaron con las familias patricias formándose con el tiempo una nueva aristocracia, la nobilitas. Sólo los miembros de esta nobleza lograron ocupar las altas magistraturas y entrar al Senado.
La República romana nunca llegó a ser una democracia como la que se había establecido en Atenas.
La unificación de Italia
Luego después de la expulsión de los reyes etruscos los romanos empezaron a extender su dominio sobre la península italiana. En el curso de los siglos V y VI pudieron triunfar sobre los etruscos, los celtas, los latinos, los samnitas y los griegos en Magna Grecia.
Los romanos procedieron frente a los vencidos con gran habilidad. Pactaron tratados especiales con cada una de las comunas. Las más favorecidas fueron las ciudades del Lacio. Éstas recibieron amplios privilegios que formaron el derecho latino. Otras ciudades conservaron sus derechos y su autonomía, pero quedaron sometidas al dominio de Roma, sin entrar en posesión de los derechos reservados a los romanos o a los latinos. Algunos pueblos se convirtieron en confederados de Roma, unidos a ésta por medio de pactos de alianza en virtud de los cuales se obligaron a proporcionar ayuda militar a Roma.
Con el fin de asegurar su dominio, Roma estableció colonias que pobló con ciudadanos romanos latinos. Eran plazas fortificadas situadas en lugares estratégicos que estaban unidas por una red de caminos. El camino más importante era la Vía Appia, que conducía de Roma a Capua y que después fue prolongada hasta Brindisi sobre el Mar Adriático.
A través de las colonias la lengua latina se difundió por toda Italia.
(Ver Las legiones romanas )
La formación del imperio
Como consecuencia de su expansión, Roma entró en conflicto con Cartago, rica y poderosa ciudad en el Norte de África que había sido fundada por los fenicios y cuyos barcos le aseguraban el control sobre el Mediterráneo occidental. (Ver Roma y el Mediterráneo ).
Mantenía numerosas factorías en el sur de España, Córcega, Cerdeña y Sicilia. La intervención de Roma en Sicilia hizo estallar la I Guerra Púnica (264-241).
Como los romanos no tenían ninguna experiencia en la guerra naval, sufrieron en un comienzo graves derrotas. Según el modelo de un pentarremo cartaginés capturado construyeron una flota propia que les dio la supremacía en los mares.
Cartago hizo la paz y entregó a Roma las islas de Sicilia, Córcega y Cerdeña. Sicilia fue la primera provincia de Roma, cuya administración fue entregada a un pretor. Los provincianos eran considerados como súbditos, obligados a pagar un tributo. Córcega y Cerdeña fueron erigidas en una segunda provincia.
El general cartaginés Aníbal Barca quiso compensar las pérdidas territoriales que Cartago había sufrido y con ese fin se apoderó del sur de España. Su obra fue continuada por su hijo Aníbal, quien se propuso vengarse de Roma y aniquilar su poder.
En el año 218 estalló la II Guerra Púnica (218-201), llamada también anibálica por ser Aníbal su principal protagonista y héroe. Aníbal, adelantándose a los planes de guerra de los romanos, se lanzó a la conquista de Italia. Al frente de su ejército formado por 50.000 soldados de infantería, 9.000 de caballería y 37 elefantes, recorrió España y el sur de Francia y atravesó los Alpes, hazaña que le valió los aplausos de sus contemporáneos y de la posteridad.
En varios encuentros victoriosos con los romanos Aníbal demostró su genio militar. En la batalla de Cannas (216 a.C.) obtuvo una victoria completa. Allí, 50.000 romanos quedaron en el campo de batalla. Sin embargo, Aníbal fracasó en su empeño principal de apoderarse de la ciudad de Roma.
El pueblo romano, en esta prueba máxima de su historia, demostró todo su espíritu cívico, su patriotismo y su valor. Finalmente los romanos pudieron pasar a la ofensiva.
El cónsul Escipión, el Africano, desembarcó un ejército en el norte de África y logró derrotar a Aníbal en la batalla de Zama (202 a. C.). Cartago debió entregar sus territorios en España y su flota, tuvo que comprometerse a pagar un tributo de guerra durante 50 años y a no librar ninguna guerra sin la autorización de Roma.
Cartago había dejado de ser una gran potencia. Roma había conquistado el predominio sobre el Mediterráneo occidental. En España organizó dos provincias nuevas.
Mas, los romanos jamás perdonaron a los cartagineses que habían hecho temblar a Roma. Catón terminaba cada uno de sus discursos en el Senado con las palabras: "Cartago debe ser destruida".
Finalmente estalló la III Guerra Púnica (149-146).
Durante tres años los cartagineses se defendieron heroicamente contra el asedio romano hasta que finalmente tuvieron que rendirse. La ciudad fue incendiada. Los sobrevivientes fueron vendidos como esclavos. El territorio cartaginés fue erigido en provincia con el nombre de África.
En el curso del siglo II los romanos completaron la conquista de España. En el año 133 a.C. cayó Numancia, último baluarte de los pueblos celtíberos. La cultura romana y la lengua latina comenzaron a imponerse en España.
Al mismo tiempo, Roma empezó a intervenir también en el Mediterráneo oriental. En el año 148 Macedonia fue convertida en provincia y dos años después Grecia compartió la misma suerte recibiendo el nombre de Acaya. El rey del floreciente reino helenista de Pérgamo en Asia Menor dejó su Estado en herencia a Roma.
Roma dio a las provincias una organización distinta que a su dominio sobre Italia. Las provincias pacificadas eran administradas por propretores; las que aún eran campo de batalla, eran conferidas a un cónsul o a un procónsul. Los procónsules y propretores, elegidos por los comicios, eran los representantes del pueblo romano y constituían en las provincias la suprema autoridad. Mandaban las tropas, dictaban justicia y ejercían su cargo con plena autonomía, siendo responsables únicamente ante el Senado y el pueblo romano. Los provincianos no eran ciudadanos romanos ni gozaban del derecho latino, sino que eran meros súbditos, obligados a pagar impuestos regulares, cuya recaudación estaba a cargo de los odiados publicanos , particulares que arrendaban este derecho al gobierno romano. (Ver La expansión de Roma )
Los últimos tiempos de la república
La decadencia de la República. Las guerras civiles
Por medio de violentas guerras y una hábil diplomacia los romanos
habían creado un inmenso imperio que abarcaba la mayor parte de la cuenca del
Mediterráneo. Mas, la expansión hizo surgir una serie de graves problemas que
no pudieron ser resueltos por
Los triunfos de Roma beneficiaron en primer lugar a la clase dirigente de los nobiles u optimates . Los senadores poseían grandes propiedades rurales y se enriquecían en la administración de las provincias. Junto al orden senatorial, del que provenían los senadores, surgió como clase nueva el orden ecuestre o de los caballeros, llamados así porque hacían el servicio militar en las centurias de caballería. Mas, su vida era poco caballeresca. Se dedicaban a los negocios de dinero, ejecutaban las obras públicas y se encargaban del aprovisionamiento de las fuerzas militares.
El arriendo de los impuestos les proporcionaba fabulosas ganancias. Los miembros de las clases dirigentes emplearon su riqueza para rodearse de gran lujo y disfrutar de refinados placeres. En cambio, la población campesina sufrió graves perjuicios. Las interminables guerras y las campañas en ultramar mantuvieron a los campesinos alejados de sus tierras. Después de la II Guerra Púnica nadie acudió en ayuda de los campesinos para reconstruir las aldeas devastadas.
En medida creciente Roma importaba trigo de las provincias que salía a tan bajo precio que la producción agrícola en Italia ya no pudo competir. Como resultado de las guerras había abundancia de esclavos que proporcionaban mano de obra barata a los grandes terratenientes.
Muchos propietarios pequeños y medianos quedaron arruinados y se vieron obligados a vender sus campos a bajo precio. El latifundio desplazó a la propiedad pequeña. En los latifundios se reemplazó el cultivo de los cereales por la vid y la fruticultura, las plantaciones de olivos y la ganadería. Numerosos campesinos abandonaron el campo y se trasladaron a Roma donde se formó un numeroso proletariado completamente desarraigado, sin bienes ni trabajo.
La situación desesperada del proletariado y de la población campesina, hizo surgir a dirigentes políticos que trataron de introducir reformas sociales.
Tiberio Graco, elegido tribuno de la plebe en el año 133 a.C., propuso una ley agraria según la cual nadie podía poseer más de 125 ha. de las tierras públicas. El que se excedía debía devolver el excedente que debía ser repartido entre los desposeídos.
El tesoro legado por el rey de Pérgamo debía proporcionar a los nuevos colonos los medios para instalarse en sus campos. Cuando Tiberio optó por segunda vez el cargo de tribuno, fue asesinado por los optimates. La muerte de Tiberio Graco marcó el comienzo de un período de conmociones y guerras civiles que se prolongaría por más de un siglo.
Diez años después fue elegido tribuno de la plebe Cayo Graco, hermano de Tiberio. Más apasionado y radical que su hermano, se propuso quebrantar él predominio de los optimates y eliminar el poder del Senado. Su meta era una democracia según el modelo de Atenas.
Renovó la ley agraria y pensó en fundar colonias romanas en ultramar. Hizo aprobar la ley frumentaria, que establecía la distribución de cereales a bajo precio entre el proletariado. Estas medidas provocaron la más violenta oposición de la nobleza senatorial. Ésta finalmente logró que Cayo Graco no fuese reelegido como tribuno de la plebe.
Cayo Graco, para no caer en manos de sus enemigos, se hizo dar muerte por un esclavo (121 a.C.). Quedó restablecido el régimen senatorial, pero los problemas siguieron sin solución.
Los cambios sociales, económicos y morales afectaron la organización militar de Roma que era la base de su poder. La milicia de los ciudadanos resultaba inadecuada para hacer frente a los problemas que planteaba la defensa del inmenso imperio.
El rey africano Yugurta y los cimbrios y teutones, pueblos germánicos invasores, infligieron a las legiones romanas humillantes derrotas. Mario, rudo soldado de carrera y representante del partido popular, quien fue elegido cónsul en el año 107 a.C., reorganizó el ejército admitiendo en las legiones a ciudadanos sin bienes que hasta entonces habían estado excluidos de las centurias.
A partir de esta reforma el ejército romano se convirtió de milicia en ejército profesional. El ciudadano en armas fue reemplazado por el mercenario. Los mercenarios debían prestar servicio militar durante 16 años. Recibían un sueldo y las armas. En manos de un jefe ambicioso este ejército podía convertirse en arma política. (Ver Legionarios romanos )
En los decenios siguientes aumentaron las calamidades internas y los peligros externos. Crecieron los odios y los antagonismos entre los optimates y el partido popular. El partido que llegaba al poder tomaba las más severas medidas contra los adversarios. Las instituciones republicanas se corrompieron y se tornaron ineficientes.
Roma vivía en un estado de permanente guerra civil. Se levantaron los confederados itálicos y exigieron que se les otorgara el derecho romano (90-88). Durante tres años Italia fue sacudida por una terrible sublevación de los esclavos encabezados por el gladiador Espartaco (73-71). La piratería en el Mediterráneo aumentó de tal manera que el comercio marítimo y el aprovisionamiento de Roma quedaron expuestos a serios peligros. El rey Mitridates de Ponto, en Asia Menor, se apoderó de Pérgamo e hizo asesinar en un solo día a 80.000 romanos.
Se puso de manifiesto que el orden republicano mismo estaba en crisis. Como las instituciones civiles fracasaban, las personas y las fuerzas militares adquirieron cada vez mayor importancia.
César y el triunfo del régimen personal
En medio de las intrigas y violencias surgieron tres personajes de los cuales finalmente dependieron los destinos de Roma: Pompeyo, Craso y César.
Cneo Pompeyo era un destacado general, que ganó fama por sus triunfos en España y África sobre los partidarios de Mario, por reprimir la piratería en el Mediterráneo, por conquistar el reino de Ponto y por hacer tributario a Judea.
Licinio Craso, a la fecha el hombre más rico de Roma, logró reprimir el levantamiento de los esclavos.
Cayo Julio César descendía de una vieja familia patricia que enlazaba su origen con Eneas y la diosa Venus, pero se convirtió en dirigente del movimiento popular. Organizaba para el pueblo fastuosas fiestas que costaban millones. Había seguido la carrera normal de los honores: cuestor en España, edil en Roma, Pontífice Máximo, propretor en España.
En el año 60 se unieron el general, el capitalista y el demagogo y constituyeron el primer triunvirato con el fin de asumir el poder sobre el Estado y repartirse las tierras del imperio.
Pompeyo obtuvo el proconsulado sobre España, Craso sobré Siria y César sobre las Galias. Pompeyo permaneció en Roma. Craso murió luego. César emprendió la conquista de Galia Transalpina. Entre el 58 y el 52 a. C. pudo someter todo el territorio galo a su autoridad; atravesó el Rin e incursionó en Germania, cruzó el canal de la Mancha y llegó hasta Inglaterra, donde conquistó Londinum, la actual Londres.
Galia se convirtió en nueva provincia romana. Las campañas en la Galia permitieron a César formar un excelente ejército cuyos soldados lo adoraban y apoyaban incondicionalmente.
A raíz de los éxitos de César se produjeron la rivalidad y la enemistad con Pompeyo. Éste se reconcilió con el Senado y se hizo elegir cónsul único. En el año 49 el Senado ordenó a César licenciar sus tropas y volver a Roma. Mas, César desobedeció y al frente de sus legiones cruzó el Rubicón, el río que marcaba la frontera entre Galia e Italia. "Los dados han sido echados"
César pudo triunfar fácilmente en Italia y en Roma. En el curso de los cinco años siguientes (49-45 a. C) recorrió triunfalmente España, Grecia, Egipto, Palestina, Siria, Asia Menor y África, imponiéndose a los partidarios de Pompeyo y del Senado. "Veni, vidi, vinci" (vine, vi y vencí).
Al volver César a Roma sorprendió a todos por su clemencia y generosidad. Tendió la mano a sus antiguos adversarios y se esforzó por establecer la unidad. Debido al fracaso de las instituciones republicanas, César se hizo conferir amplios poderes con el fin de poder dar solución a los grandes problemas que afectaban a Roma y el imperio.
Hizo que el Senado lo nombrara dictador vitalicio. La Asamblea Popular y el Senado debían obedecerle y aceptar sus decisiones. De hecho, César se convirtió en monarca, aunque no ostentó el título de rey.
César repartió generosamente dinero y pan entre los más necesitados. A la vez se preocupó de reducir el proletariado ocioso y de dar ocupación a todos los que estaban en condiciones de trabajar. Con este fin, inició un grandioso programa de obras públicas, fundó colonias en África, España y las Galias y asignó tierras a más de 80. 000 ciudadanos romanos y a los veteranos de sus legiones.
Fijó los tributos que debían pagar las provincias y decretó que los impuestos ya no fuesen recaudados por los publicanos, sino por funcionarios responsables. César introdujo el calendario egipcio en Europa y lo perfeccionó incluyendo cada cuatro años un año bisiesto. El calendario juliano se seguiría usando hasta el año 1582 d.C. fecha en que sería reemplazado por el calendario perfeccionado del Papa Gregorio XIII (calendario gregoriano).
Las medidas de César fueron altamente beneficiosas. Después de las terribles guerras civiles volvían a reinar la paz y el orden y se restablecía la prosperidad material. Sin embargo, muchas personas veían en César un tirano y querían restablecer la libertad republicana. Un grupo de conjurados bajo el mando de Casio y Bruto dio muerte a César el 15 de marzo del año 44 a. C.
Mas, los asesinos de César no fueron capaces de asumir la dirección política y nuevamente surgieron las intrigas y violencias. En el año 43 a. C. se constituyó un nuevo triunvirato formado por Octavio, hijo adoptivo de César; Marco Antonio, su leal amigo, y Lépido, su jefe de la caballería. Los tres asumieron el poder dictatorial y se repartieron el imperio: Octavio se hizo cargo de Italia y de las provincias de Occidente; Lépido se tuvo que contentar con África; Marco Antonio se quedó con Oriente y se trasladó a Egipto donde se desposó con la bella reina Cleopatra, transformándose en un monarca oriental.
Octavio aprovechó hábilmente los errores cometidos por Marco Antonio e hizo que el Senado lo destituyera de todos sus cargos y declarara la guerra a Cleopatra. En la batalla naval de Accio (31 a. C.) triunfó la flota de Octavio. Al llegar Octavio a Alejandría en Egipto, Marco Antonio y Cleopatra se quitaron la vida. Octavio convirtió a Egipto en provincia romana. Lépido por su parte se retiró, quedando Octavio como dueño del imperio. (Ver Cronología de emperadores romanos )
(Sigue en Augusto y el gobierno imperial )
Ver, en Internet:
http://www.si-educa.net/basico/ficha645.html