Vía Crucis, estaciones I a V |
I Estación: Jesús es condenado a muerte Cristo, piedra de choque —escándalo— con su doctrina, con su conducta y con la conducta que exigió, estorbaba a los judíos. Por eso lo condenan y lo conducen, como un reo, al Calvario y a la cruz.
—Señor, te condenaron entonces y te condeno
yo hoy, porque eres la Verdad. Y la Verdad estorba a los enredos
y a las bajezas en que ando metido con mis pecados y con mis injusticias.
Padre nuestro...
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II Estación: Cristo carga con la cruz La cruz de Cristo fue vulgar, como todas las cruces en las que fueron ajusticiados tantos ladrones de su tiempo.
—Señor,
mi cruz es también vulgar, ordinaria: las dificultades
comunes, las caídas comunes, el peso que agobia a hombres
y mujeres como yo; la misma dificultad de vivir, de
amar, de comprender y ser Comprendido, las mismas tentaciones
y la misma asfixia que mata tantas ilusiones.
Padre
nuestro...
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III Estación: Jesús cae por primer vez La cruz de Cristo fue pesada, como todas las cruces. Por eso cayó aplastado por ella. Pero se levantó; y siguió caminando.
>—Señor, yo he caído... Me amarga el recuerdo de la niñez,
cuando sufrí mi primera caída. Todo mi mal de ahora ha ido
procediendo de aquel primer fruto que encontraba grato al
paladar. Desde entonces, el esfuerzo de cada día es, a veces,
un continuo "no puedo más". Pero trato de levantarme; y de
seguir caminando.
Padre nuestro...
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IV Estación: Cristo se encuentra con María La Virgen va "dolorida"; pero, sin renegar de la cruz que arrastra su Hijo, ni de los hombres que lo empujan. Ella respeta el destino de su Hijo; porque sabe que es el precio de la Redención de los hombres, el precio del pecado; y porque sabe que para eso lo concibió en su seno virginal.
—Madre
"dolorosa", yo he renegado de mis cruces y de las de
mis allegados. Quizás porque no he descubierto que mi
dolor y el de ellos puede completar la Pasión de tu
Hijo.
Padre nuestro...
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V Estación: El cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz Los incondicionales estaban ausentes en aquel momento. Y un hombre casual —Simón regresaba del campo— lo acompaña, aunque forzado, hasta el monte de la Calavera. Es un desconocido el que ayuda a Cristo.
—Señor,
yo soy cristiano... Y ya no recuerdo cuándo fue la última
vez que te ayudé y te consolé en algún miembro de tu
Cuerpo Místico. La mayor parte de las veces he preferido
quedarme con los míos, de espaldas a mis prójimos, en
quienes sufres tú.
Padre nuestro... L.- Te Adoramos, Cristo, y te bendecimos T.- Porque con tu Santa Cruz, redimiste al mundo. |
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