Santiago Bueras y Avaria |
Ese 8 de mayo de 1786, cuando el cura Gabriel de Quesada echó los óleos a la criatura, jamás pensó don Francisco Bueras de la Maza que este hijo se transformaría en un caudillo de la Independencia del país (cosa que en aquellos tiempos a nadie le pasaba por la cabeza) y que, más aún, daría la vida por la libertad de su Patria. El muchacho, nacido el día anterior, recibió, como era costumbre en la época, cuatro nombres: José, Santiago, María, Estanislao; mas, siempre se le conoció solamente como Santiago Bueras, aunque más tarde su apodo de "El Hércules Chileno" recorriera todo Chile, alternándose con el de "El Huaso Bueras" , o como le motejaron los realistas que debieron enfrentársele: El Comandante de los dos sables.
Tanto sobrenombre salta a la vista, porque representa distintas facetas de la vida de este héroe. Como todo joven de esos años coloniales se crió en el campo, endureciéndose en las labores agrícolas bajo el sol y la lluvia, condiciones que le permitieron desarrollar en cortos años excepcionales cualidades físicas.
Desde muy temprano demostró afición por las competencias huasas, aquellas en que podía probar y medir sus fuerzas descomunales con los hijos de los inquilinos del fundo, sus mejores amigos.
Pero aquel muchacho de elevada estatura y anchas espaldas no sólo se aplicó a las faenas campestres, sino también al estudio y desarrollo de su mente. A los doce años fue matriculado en el Real Colegio Seminario del Santo Ángel de la Guarda, uno de los establecimientos de enseñanza más antiguos de América, que a la sazón funcionaba en la calle Catedral, entre las actuales Amunátegui y San Martín, las que en ese entonces, recibían los pintorescos nombres de calle del Peumo y de las Cenizas, respectivamente.
Cuatro años permaneció estudiando latín, retórica, gramática, filosofía y teología, para ingresar en 1802 a la Real Universidad de San Felipe, semillero donde casi todos los prohombres de la emancipación recibieron el germen libertario a través de la formación de su pensamiento.
Más, el joven permaneció sólo un año en aquellas aulas, ya que debió regresar a su tierra de Aconcagua, para hacerse cargo de la inmensa hacienda de su padre.
El 18 de septiembre de 1810, cuando viajó por negocios a la capital, presenció el fausto acontecimiento del Cabildo que se celebró para buscar una forma de autogobierno, en tanto durara la prisión de Fernando VII. Este hecho caló muy hondo en el joven campesino, pero su avanzada inteligencia fue mucho más allá que la de sus contemporáneos y se planteó de inmediato la pregunta: ¿por qué no una libertad completa y una Patria soberana?
Su padre, formado en el vasallaje de la monarquía, no alcanzó a comprender sus ideas. Su madre, doña Josefa Avaria, no sólo le entendió, sino además le apoyó en su afán de ingresar a las filas del primer Regimiento que la nueva Junta de Gobierno creara: el Granaderos de Chile.
Así fue como el 2 de diciembre de 1810, junto con abrirse las puertas de la flamante unidad, Santiago Bueras fue uno de los primeros enrolados en el grado de Teniente, en consideración a su cultura y educación.
No pasó mucho tiempo sin que el joven oficial probara sus cualidades militares. El 1º de abril de 1811, la junta de Gobierno había convocado a elecciones para formar el primer Congreso Nacional; sin embargo, el Coronel realista Tomás de Figueroa, que había viajado desde Concepción con dos compañías veteranas, advirtió que tales comicios significarían un rudo golpe para la causa de la monarquía, por lo que debían impedirse.
El motín de Figueroa terminó en un combate en plena Plaza de Armas de la capital, donde el Teniente Bueras arremetió con sus soldados con tal bravura contra las entrenadas tropas realistas, que no sólo deshicieron su formación sino, además, les pusieron a la desbandada.
En 1811, poco antes de iniciarse las campañas de la Patria Vieja , el huaso y soldado Santiago Bueras contrajo matrimonio en Curimón, con doña Dolores Araya Cortés.
Tras el arribo del Brigadier español Antonio Pareja a las costas de Concepción y la fácil toma de la ciudad de Chillán, el improvisado Ejército patriota marchó al sur al mando de José Miguel Carrera , como Comandante en Jefe, para establecerse cerca de Talca en espera de concentrar todas las fuerzas.
Una incursión al sur del río Maule, que dirigía el Coronel Puga para deshacer las vanguardias realistas, en las que Bueras iba a cargo de doscientos granaderos, cayó, a causa de la oscuridad, en medio del grueso del ejército monarquista, creyendo que se trataba sólo de un destacamento. En tan difíciles circunstancias Bueras se batió con singular bravura.
Bueras continuó participando en todas las campañas de la Patria Vieja, como integrante del grueso del Ejército o combatiendo en golpes de mano a las avanzadas exploradoras de los realistas, que se empeñaban en arrear el ganado de la zona para privar de alimentos al Ejército patriota y abastecer el suyo. Así actúo en muchas otras acciones que el General O'Higgins calificó de "arrojo y valor digno de elogio" , lo que le valió el ascenso a Teniente Coronel.
La Patria Vieja murió en Rancagua y los oficiales patriotas emigraron a Mendoza con una multitud de civiles que huyeron de las represalias realistas. Desde el otro lado de los Andes, en el campamento de El Plumerillo, San Martín despachó a Chile agentes que, junto con trasmitir información sobre las fuerzas del Rey, se preocuparon de mantener permanentes guerrillas atacando cuarteles, haciendas de españoles connotados y personajes principales, para ir minando la seguridad y crear un permanente estado de alarma entre los que avasallaban Chile, a la espera de que el Ejército de los Andes cruzara el macizo cordillerano.
Durante toda la Reconquista, Bueras fue montonero en Aconcagua, en tanto Manuel Rodríguez movía los hilos de Santiago al Sur.
Seguido por sus huasos que le adoraban, Bueras mantuvo la provincia en agitación mientras reunía armas y municiones en su casona de Curimón; allí guardaba fusiles, lanzas y pertrechos en un enorme subterráneo que hasta hace muy poco existía. Otros aconcaguinos, impresionados por su valentía y ardor libertario, quisieron emularle a instancias de San Martín; pero fueron descubiertos y los cadáveres de Salinas, Traslaviña y Hernández colgaron de la horca en la Plaza de Armas de la capital.
A Santiago Bueras nada pudo comprobársele, pero igual fue aprehendido y llevado a Valparaíso donde se le puso prisionero en la fragata “Victoria” en espera de ser conducido, junto a muchos otros, a la isla de Juan Fernández.
Al conocerse el triunfo de Chacabuco, el comandante guerrillero amotinó a los cautivos y se apoderó de la nave. Dirigiéndose en botes a la playa, debieron lanzarse al agua para escabullirse de los tiros que les lanzaban del castillo de San José. Lograron alcanzar la arena a nado y se apoderaron rápidamente de la fortaleza, volviendo un cañón hacia los barcos en que los realistas querían huir.
En esos momentos las deshechas fuerzas monarquistas eran inmensamente superiores a los partidarios de la Patria y habría bastado un solo hombre de la talla de Bueras para agruparlos y organizar una resistencia. Mas, la intrepidez de Bueras dio vuelta las circunstancias y el puerto de Valparaíso vio ondear en lo más alto la bandera de Chile.
Las acciones se sucedían con rapidez. Don Bernardo O'Higgins se encontraba en el sur tratando de eliminar el foco enemigo que se había hecho fuerte en Talcahuano. Entretanto, Santiago Bueras fue designado por el Gobierno para organizar el Batallón de Infantes de la Patria, tarea a la que se abocó con su natural empuje, a tal extremo, que financió muchos de los gastos de su peculio personal.
Pronto comenzó el repliegue del Ejército patriota hacia el norte, para reunirse con las tropas que se habían concentrado en Las Tablas, Casablanca.
A fines de diciembre de 1817, Bueras fue incorporado al Estado Mayor del General en Jefe y participó en el Combate de Quechereguas, donde salvó la vida al Coronel Freire, que había sido aislado por los enemigos. Mas tarde, vino el desastre de Cancha Rayada, acción en que el General O'Higgins fue seriamente herido en un brazo, y estuvo a punto de caer prisionero.
Nuevamente Bueras, con ese arrojo e intrepidez que le caracterizaban, irrumpió en el cerco y salvó la vida del Director Supremo. En esta forma, el inmortal Huaso Bueras, que ahora llevaba dos sables "por siaca" , ya que había quebrado uno en el fragor del combate, había librado a dos Presidentes de Chile de una muerte segura.
Luego vino la gran batalla. Aquella acción final en que se jugó definitivamente la Independencia de Chile: Maipo.
Realistas y patriotas, frente a frente, se hallaban separados sólo por una hondonada. Iniciado el combate, el Coronel Ordóñez comenzó a presionar el ala izquierda de los que luchaban por la libertad y si ese flanco cedía, su derrota era segura. Es en ese momento culminante cuando se produjo la carga de caballería de Freire y Bueras, quienes, conscientes de lo que se jugaba, pusieron su alma en el filo de los sables.
Allí cayó mortalmente herido el Comandante Bueras. Había rendido la vida por la Patria, pero su sacrificio no había sido en vano: ese 5 de abril de 1818 se había conquistado para siempre la Independencia de Chile.
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