José Santos

El jinete millonario

El siguiente artículo fue publicado el 7 de agosto de 1999, en la revista "El sábado", que aparece junto con la edición de ese día de "El Mercurio" de Santiago.

Por la periodista Silvia Peña, desde Nueva York)

Lemon Drop Kid tuvo una partida bonita aquella tarde calurosa. Se ubicó en séptima posición, pegadito a la baranda, calmado. "Cuando faltaban ochocientos metros empecé a moverlo. Siempre que le hablaba, el caballo estaba ahí, respondiendo. Cuando entramos a tierra derecha le cambié las riendas y le pegué por primera vez, Lemon comenzó a correr. En los últimos cien metros, cuando vi una sombra que venía entrando por la izquierda, le di duro a mi caballo. Miraba la meta y la sombra, la meta y la sombra, pero llegó primero la meta. Cuando paré, escuché un grito: ¡Buena, cuñado! Era el hermano de mi señora, que había llegado segundo".

Así recuerda el jinete chileno José Santos León su triunfo en el Belmont Stake , la segunda carrera más importante del mundo después del Kentucky Derby , el pasado 5 de junio. De telón de fondo, ochenta y cinco mil personas gritaban a todo pulmón. El caballo no era favorito y pagó sesenta dólares.

Una fiesta inolvidable que para el protagonista se convirtió en el triunfo más importante de su trayectoria. Más que las seis Breeders Cups en que se ha impuesto, más que las trece carreras de más de un millón de dólares que ha ganado. Éste era su sueño, porque aunque el Belmont es una carrera de poca plata, es un triunfo que llega directo al alma. "Yo me sentía en las nubes, todavía me siento en las nubes", dice emocionado Santos en el Jockey Room del Belmont Park en Long Island, en las afueras de Nueva York. Un lugar donde lo tratan como a una estrella.

Allí se dan cita, cada día de competencia, empresarios multimillonarios, inversionistas de Wall Street, altos funcionarios de gobierno y hasta jeques árabes que se confunden con fanáticos menos adinerados. En ese gran parque de 1.852 hectáreas, que es patrimonio de la hípica mundial, él ha sabido ganarse un sitio y el respeto de propietarios, preparadores y público. Y lo que no es fácil, también el de sus pares, los que, en una elección realizada a lo ancho de Estados Unidos, le otorgaron, el 28 de febrero pasado, el George Woolf Memorial , un premio que distingue al jinete de mayor calidad humana y dedicación en las pistas.Para mantener su posición de líder cultiva la imagen de jockey responsable y preocupado. La clave del triunfo, asegura.

–A los estadounidenses les gusta ver que el jinete entrena todos los días. Hay que venir por la mañana, conversar con los propietarios, trabajar caballos, galopar, venderse uno mismo. Es muy importante la imagen, que los que toman las decisiones sepan que uno está metido con todo en esto.

LAS ENSEÑANZAS DEL PADRE

Esta forma de enfrentar los desafíos la aprendió a lo largo de la vida y también de los consejos de su padre, que puso todo su empeño para que sus hijos fueran jinetes. "El viejo fue bastante duro; en sexto básico nos sacó de la escuela para que trabajáramos y ayudáramos con los gastos de la casa".

A esas alturas ya eran siete hermanos, seis hombres y una mujer. El mayor había quedado inválido después de una poliomielitis que le dio a los siete meses y el tercero, a raíz de una meningitis, tenía problemas neurológicos. José, el segundo del familión, asumió responsabilidades de hijo mayor. Ya a los ocho años se levantaba a las cuatro de la mañana para cuidar caballos con su padre, que era capataz en el hipódromo. De ahí se iba a vender diarios y por la tarde, junto a sus hermanos, repartía viruta en un carretón.

El sueño del padre se cumplió plenamente. Además de José, los otros tres hermanos también son jinetes: Pedro en Chile, Manuel y Luis Alberto en Noruega. La casa de los Santos León estaba ubicada en la calle Colón, a unas cuadras del Club Hípico de Concepción. Una cocina con piso de tierra, un living comedor pequeño y dos piezas para dormir cobijaban a los once que sumaban con dos primos allegados.

–Había dos camas en una pieza y dos en la otra. En la grande dormían los primos y mis hermanos: dos para arriba y dos para abajo. En la cama pequeña me acomodaba yo con mi hermano inválido. Mi mamá dormía con mi hermana y el hermano menor, y mi papá con el Carlitos, quien es enfermito. Era chistoso; o sea, ahora lo encontramos gracioso, pero cuando uno es pobre se acomoda de cualquier manera.

UN PASEO POR LA DROGA

Con la adolescencia llegó también el momento de la primera monta oficial. El 24 de octubre de 1976, en la sexta carrera, montó a Cold. Terminó tercero. Con la ayuda de dirigentes hípicos consiguió que le dieran patente de jinete antes de los dieciséis años. Al siguiente domingo, el joven ganó su primera carrera.

–Llegué segundo y estaba muy contento, pero mi papá me dijo que reclamara porque me traían sujeto del mandil. En la sala de comisarios vieron la película y descalificaron al otro jinete. Volví contento, sonriente por haber ganado, pero al salir de la sala sentí una tremenda cachetada en la cabeza y la voz de mi padre diciendo "para la próxima, pon más atención". La temporada 1977, la única que ha corrido en pistas chilenas, obtuvo el récord con treinta y ocho triunfos. Pero no alcanzó a terminar el año, pues ya tenía un contrato junto a dos chilenos más para correr en Colombia, en el recién inaugurado Hipódromo de los Andes. Su madre quedó desolada: "Estaba preocupada porque él nunca había salido de la casa y había escuchado tantas cosas malas de Colombia". Medio obligado, medio entusiasmado partió José. En un año se convirtió en la revelación de la hípica de Bogotá. Pero en Colombia también conoció un mundo que su padre nunca le enseñó:

–Él era muy estricto, no dejaba que me afeitara, ni siquiera que tomara una cerveza, hasta tenía que pololear escondido. Por eso en Colombia me sentí liberado. Lo primero que hice fue afeitarme, después empecé a tomar, me emborraché y aprendí muchas cosas malas. Entre los diecisiete y los veintiún años supe lo que era la droga, la prostitución, el alcohol.

NUEVA YORK EN EL CORAZÓN

Su ángel de la guarda lo ha sabido auxiliar en el momento justo. Esta vez fue a través del preparador chileno Lisandro Céspedes, quien lo alentó a dejar Bogotá. "Siempre trató de llevarme por el camino derecho. Gracias a él me fui de Colombia y arranqué a tiempo".

En 1983, con una maleta y dos mil dólares, partió a probar suerte de nuevo. "Cuando bajé la escalera del avión en Miami prometí que nunca más iba a probar droga, que comenzaría todo de nuevo. Duré como dos meses saltón, andaba espirituado, como se dice en Concepción, pero gracias a Dios desde ese año estoy limpio", asegura.

Los primeros meses en Estados Unidos fueron duros. La brecha del idioma lo marginaba de las montas. Pasaron seis meses antes de que alguien le diera un caballo. En el hipódromo de Hialliah, las caballerizas se denominan con letras. "Yo caminaba de la A a la Z como cuatro veces para cada lado y así aprendí el abecedario inglés, buscando trabajo".En el hipódromo de Calder consiguió una monta a cambio de galopar caballos diariamente. A los quince días ganó la primera carrera montando a Bravo Second. Un mes después tuvo la oportunidad de montar una yegua en un clásico. Ganó nuevamente y de ahí cambió su historia. Su fama se extendió y se convirtió en un jinete cotizado. Contrató un agente que le hace los contactos.

Al final de esa temporada, su campaña sorprendió al manager Frank Sanabria, quien lo invitó a Nueva York. Su debut en Saratoga quedó en la mente de los fanáticos para siempre: el mismo día que llegó batió el récord que tuvo durante diez años en ese circuito el jockey Ángel Cordero.

–Siempre me gustó esta ciudad y su gente. Soñaba con venir a correr acá. Aunque soy residente de Miami y tengo mi casa, y los niños van a la escuela allá, mi corazón está en Nueva York.Entre 1986 y 1990 fue campeón nacional consecutivo, ganó casi tres mil carreras y se convirtió en el primer jockey en Estados Unidos en lograr que sus montas obtuvieran hasta quince millones de dólares en premios por temporada. En 1986, postuló al Eclipse Award, el mayor premio hípico, y, como no lo obtuvo, en reconocimiento la prensa neoyorquina lo nombró rey de Nueva York, otorgándole una corona, una capa y un trofeo.

Al año siguiente, el Eclipse fue indiscutidamente suyo. Ya en junio de 1989 la revista Sport le dedicó una portada y lo incluyó entre los diez deportistas que ganaban más dinero en el mundo, junto a Mike Tyson, Steffi Graff y Dan Marino. Y en 1990, la publicación The Blood Horse lo eligió como el jinete más importante de la década.

Compitió en Europa y en Japón obteniendo varios millones en premios. Incursionó en la hípica californiana, pero eligió finalmente repartir su tiempo entre Nueva York, Miami, Kentucky y Hong Kong, donde viaja un mes al año. En toda su carrera sus caballos han ganado un total de ciento treinta millones 500 mil dólares.A pesar de las cifras, José Santos se apura en aclarar que sólo el diez por ciento de lo ganado es para él. Aun así, eso lo convierte en el deportista chileno que más dinero ha ganado: más de trece millones de dólares, sin considerar publicidad y auspicios.

EL AMOR EN DISPUTA

En su Lexus azul marino último modelo, comprado por sugerencia de su esposa, que estaba aburrida con los Mercedes Benz, José se mueve con facilidad entre las calles llenas de árboles, prados, inmensas casas y mansiones de Floral Park, Garden City y Elmont. En estos elegantes vecindarios neoyorquinos, cercanos a Long Beach, donde reside parte del jet set de Nueva York y se disputa el USA Open de tenis, Santos pasa seis meses del año.

Y aunque Nueva York es su ciudad como él dice y lo fascina su gente, no se desenvuelve muy bien entre los rascacielos y calles de Manhattan. Lo confunden el tránsito, las miles de personas, la bulla. En Long Island todo es ordenado y quieto. Muy parecido al exclusivo barrio al norte de Miami, camino a Orlando, donde vive con su familia en una casa que mandó a hacer el año que se casó por segunda vez: "Queríamos una casa grande, linda, que nadie hubiese pisado antes", afirma.

Allí su mujer destinó una de las habitaciones para los trofeos de su marido, otra para sala de juegos, una para ejercicios, además de cinco dormitorios. Ése es su verdadero hogar, por eso se negó a que fotografiáramos la casa que arrienda en Garden City, entre árboles añosos y prados extensos, un lugar donde los niños pueden jugar despreocupadamente. Además, queda a diez minutos del hipódromo. Allí tienen sólo tres dormitorios y el arriendo de mil quinientos dólares incluye secadora y lavadora de ropa.

Pero la historia amorosa de Santos comienza a principios de 1984 con María Castañeda, una joven de origen colombiano con la que contrajo matrimonio para obtener la residencia. Tuvieron dos hijos, Sophia, ahora de doce años, y José Ricardo, de diez. Fue una época de problemas conyugales en la que Santos llevó una vida paralela a la familiar. "Tuve muchas novias. Supongo que eso le pasa a cualquier deportista. Cuando le va bien, todo sale mejor. Aparecen muchas oportunidades y el hombre es hombre y no quiere quedar mal", se justifica.Todo terminó cuando conoció a su segunda esposa, una morena de origen panameño que lo tiene muy, pero muy corto.

Con ella se casó cuando ya tenían dos hijos. El matrimonio fue en grande: ciento cincuenta invitados, en una casa junto al mar, que es patrimonio histórico, con flores y vestidos traídos de Francia.

Su nueva familia se compone hoy de José Abdón junior, de cinco años; Selena, de tres, y Sabana, de uno y medio. Rita aportó una niña de doce años llamada Nadya.

La separación legal fue difícil. Su primera señora tardó varios años en dársela y puso muchas condiciones económicas, entre las que se incluyeron la venta de un lujoso departamento que tenían en Queens, la casa en Long Island, tasada en ochocientos mil dólares, un Mercedes Benz y gran parte de lo ganado por el jockey.

A su actual mujer la conoció en Miami, mientras ella trabajaba en la oficina de prensa del hipódromo. Ella maneja la economía familiar, pone topes en las tarjetas de José –quien gasta sin medirse– y se las administra para disminuir gastos. También se entiende con el abogado y con el contador que además de los temas tributarios se encarga de hacer inversiones rentables.

La armonía familiar pasa por separar la casa del trabajo, asegura José. Y no es fácil después de montar seis caballos diarios donde todos quieren ganar. "Hay que tener fuerza mental, porque si se pierde, el dueño y el preparador se enojan y uno se va amargado al camarín, se enjuaga la cara y tiene que salir contento para el otro dueño. Yo dejo los problemas en el hipódromo. Cuando entro aquí, doy gracias a Dios y le pido que me ayude y cuando salgo también agradezco y pido por todos los jinetes del mundo". Con esa filosofía a José Santos le va bien fuera y dentro de las pistas.

José Adeón Santos León, nacido en Concepción, Chile, el 26 de abril de 1961, es el jinete chileno que durante más de veinte años compitió en los Estados Unidos. Estuvo a punto de ganar la Triple Corona el año 2003, pero le faltó una carrera. Es el deportista chileno con más ganancias, se estima que ha generado más de 159 millones de dólares.

Sin embargo, el 2007 sufrió un grave accidente que lo alejó definitivamente de la parte competitiva de la hípica. Fue a paritr de 2009 que se dedica a ser agente de otros jóvenes jinetes, tanto chilenos como de otros países.

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