Segundo Medio: Lenguaje y Comunicación |
Anexo 5: El carácter ficticio de la literatura
En los discursos expositivos habituales aquello de lo que se habla es un objeto, hecho o situación real; es decir, que se concibe como teniendo existencia por sí mismo, anteriormente y con independencia de su mención por el discurso.
Mencionarlo permite hacerlo presente en la mente de los interlocutores, y considerarlo desde diversas perspectivas cognitivas, valóricas, afectivas.
En el discurso literario, en cambio, lo que se expone al lector, auditor o espectador es una situación comunicativa de carácter ficticio, en la que uno o varios hablantes –inventados por el autor y que pueden parecerse a éste (como suele ocurrir en la poesía lírica) o ser totalmente diferentes de él (es el caso más habitual en la narrativa y el drama)– comunican un cierto mundo constituido por personajes, acontecimientos, lugares, artefactos, vestimentas, etc. a un cierto tipo de lector, auditor o espectador ficticio cuyas características generales debe reconocer y asumir el lector, auditor o espectador real.
Así ocurre, por ejemplo, con mucha frecuencia, en el género denominado “ciencia-ficción”. Es habitual en él representar mundos muy distanciados del lector real tanto temporal y espacialmente como desde el punto de vista de la naturaleza y la cultura. Pero se dan casos en los que el autor escoge representar el mundo actual del planeta Tierra, sin abandonar por eso el género. Para lograrlo, suele diseñar un narratario alienígena, de una sociedad muy diferente de la terrestre contemporánea –o incluso un terrícola, pero muy diferente del actual, como en “El planeta de los simios”– y a él le describe con sumo detalle, por ejemplo, la raza humana o un automóvil.
Es a todas luces evidente que quien requiere esta información no es el lector real –para quien sin duda bastaría, en vez de una larga y detallada descripción de cosas que ya conoce bien, una mención sintética como “se subió a su automóvil y partió a toda velocidad, haciendo chirriar los neumáticos”–; el lector real de seguro encontraría extrañamente redundante que se le informara que los automóviles son unos contenedores para seres humanos que les permiten desplazarse a velocidades muy superiores a las que alcanzarían por sus propios medios, y con poquísimo esfuerzo, etc.; así como encontraría innecesario y aburridor que se le informara que la especie más inteligente del planeta Tierra se reproduce sexualmente, que los sexos son dos, que son estables para toda la vida, que la disponibilidad sexual en ellos es permanente y no estacional, que la fertilidad decrece hasta desaparecer con la edad, que sólo uno de ellos gesta y pare, etc.
Esta información, innecesaria para el lector real, es requerida, sin embargo, por el género para lograr el efecto de extrañamiento respecto del mundo representado que debe producirse en el lector real para que se constituya la experiencia propia del género ciencia-ficción.
De esta manera, es el discurso literario una situación comunicativa ficticia en la cual un emisor (ficticio) comunica un mundo (ficticio) a un destinatario o receptor (ficticio).
Es posible entregar, como hemos intentado mostrar en el reciente ejemplo, algunas de las características más relevantes del mundo representado no sólo mediante una descripción explícita de éste, sino como resultado de la relación creada por el autor entre el narrador y lector ficticio; y sólo a partir de eso ejercer su efecto sobre el lector real.
En el caso del ejemplo que hemos tomado de la ciencia-ficción, esta relación, en el plano del grado de conocimiento acerca del mundo representado, está marcada por un gran abismo que sólo puede ser llenado por el discurso expositivo mediante el cual el narrador transmite con gran detalle al narratario información –archisabida por el lector real– acerca del mundo narrado, y con ello comunica al lector real un rasgo muy importante de ese mundo literario en el género de la ciencia-ficción: su ser insólito, inhabitual, extraño. Este recurso, que permite distinguir claramente el lector ficticio del lector real, suele tener como función estética –y ética– la de permitir que el lector real contemple y tome conciencia crítica acerca de su propio mundo.
Claro está que revelar la situación comunicativa completa –ficticia en este caso– se realiza en la literatura no sólo a través del discurso expositivo, sino de la combinación de todos los tipos de discurso, tal como ocurre en las situaciones comunicativas de la vida real. Sin embargo, el discurso expositivo tiene, en sus diversas formas básicas –descriptivas, narrativas y “del comentario”– un lugar de privilegio en la literatura, particularmente en la narrativa, a la cual, como género, incluso contribuye a definir.