La potencia militar asiria

Los asirios se revelaron como una fuerza militar irresistible bajo los sucesivos reinados de Adad-nirari I, Shalmanaser I y Tukulti-Ninurta I (1243-1207 a.C.). Este último se apoderó de Sumer y Akkad y llegó hasta el Golfo Pérsico. También atacó el reino hitita, acometió la restauración de Asur y fundo la nueva ciudad de Kar-Tukulti-Ninurta a 3 km de Asur. Fue asesinado por su hijo en 1207. Asiria, tras un breve periodo de expansión, que se prolongó hasta principios del último siglo del milenio, consiguió sobrevivir a las arremetidas de los arameos y mushki, pero terminó quedando confinada en un pequeño triángulo, con centro en Nínive y Asur, que sería el núcleo de su posterior expansión imperial en Oriente Medio.

Asurbanipal II (883-859 a.C.), remató las conquistas iniciadas por su abuelo y por su padre y emprendió la conquista de las tierras del oeste, en Siria y el Levante.

Las estatuas asirias solían ser diseños de dos dimensiones esculpidos en la roca como bajorrelieves y las figuras aisladas tendían a ser cuadradas de bordes redondeados, originalmente pintadas de negro, blanco, rojo y azul. La sombría apariencia actual de los monumentos asirios dan una falsa impresión de su aspecto de antaño. Asurbanipal y varios reyes asirios fueron enterrados en Asur, pero sus tumbas fueron saqueadas. En Kalhu se encontraron, hace poco, dos tumbas de reinas en las que, entre las magníficas joyas, había 57 kilos de oro. Muchos de los relieves hallados han sido una valiosa fuente de información sobre los cambios en el estilo del vestido, la joyería y las armas utilizados desde el siglo IX al VII del último milenio anterior a nuestra era.

Asurbanipal fue un gran erudito, entendía y dominaba el arte de los escribas y las matemáticas. Reunió una inmensa biblioteca que fue la base del conocimiento actual de las tradiciones asirias de aquella época, recogidas por los escribas mesopotámicos. Entre las obras recopiladas se encontraba el Poema de Gilgamesh sobre el Diluvio y el Poema de la Creación.

Nabucodonosor, a la muerte de su padre Asurbanipal, fue coronado rey (605 a.C.) en Babilonia. Continuó sus incursiones en Siria y Palestina y, en el año 601, atacó Egipto, donde encontró fuerte resistencia. El 16 de marzo de 579, cayó la ciudad de Jerusalén, que se había rebelado tres años antes. El rey judío, Jehoiachin, su corte y súbditos de alta alcurnia fueron deportados a Babilonia. Jerusalén se rebeló de nuevo, más tarde, y volvió a ser sometida y nuevas deportaciones tuvieron lugar. Nabucodonosor reconstruyó y amplió Babilonia y varios templos cercanos, así como los palacios reales. La ciudad, rodeada de enormes murallas dobles, estaba protegida por un gran foso lleno de agua salada. Se construyeron los jardines colgantes para satisfacer a la favorita de Nabucodonosor, hija del rey medo Ciaxares, con la finalidad de mitigar su añoranza de los paisajes montañosos de su país natal.

Ciro fue un gobernante ejemplar y un gran diplomático que acompañó su reinado de una profusa propaganda que los siglos nos han trasmitido. Concedió a sus súbditos libertad religiosa e impuso razonables tributos en las zonas conquistadas. Fue un rey austero; de hecho, la ciudad de Pasagarda, que construyó con ayuda de artesanos lidios, fue modesta si la comparamos con los lujosos edificios babilónicos y asirios de épocas anteriores.

Cambises había acompañado a su padre en la campaña de Babilonia y se sabe que participó en las fiestas de Año Nuevo, que los babilonios celebraban con el comienzo de la primavera. Aunque residía en Babilonia, mantuvo el título de rey de Persia. Su mayor logro militar fue la conquista de Egipto, en 525 a.C., tras la derrota, en la batalla de Pelusio, del hijo del faraón Amasis que había muerto el año anterior, después de 40 años de reinado.

Darío era hijo de Histaspes, gobernador de Partia y miembro de uno de los clanes persas, más poderosos, los Aqueménidas , pero no estaba en la línea hereditaria de sucesión al trono.

Darío extendió el imperio persa a Europa, ocupando Tracia y combatiendo con los escitas en el Danubio. También, por oriente, incorporó la provincia del Indo al imperio. Reorganizó la administración de sus extensos dominios, configurando nuevas provincias, denominadas satrapías, a cuyo frente puso gobernadores de confianza, sátrapas, con los que tenía algún vínculo de sangre. Estableció un sistema regular de impuestos y acometió numerosas reformas económicas y sociales, particularmente, en Egipto. Para mantener su vasto imperio bajo control, reconstruyó el Camino Real Asirio, construido dos siglos antes, entre Sardis y Susa, e incorporó un sistema de postas que permitía enviar un mensaje de un extremo a otro del reino en pocas jornadas a caballo. Los mensajeros debían portar una autorización real para utilizar la ruta.

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