La ciudad de Santiago, nuestra capital, está
siempre bullente de actividad.
Buses corren por las calles, automóviles se trasladan raudos,
oficinas iluminadas y calefaccionadas en invierno.
Tu propia casa está llena de energía: la corriente eléctrica,
el gas, la parafina.
Éste es nuestro mundo actual. Movido por la energía que
proporcionan los combustibles.
Imaginemos por un momento que no existe la energía eléctrica:
Tu casa debe alumbrarse con velas, no podrás ver televisión
ni escuchar radio. No funcionará el refrigerador y éste
será un artefacto inútil. Tu mamá deberá
usar las antiguas artesas para lavar la ropa, ya que no funcionará
la lavadora.
Del computador habrá que olvidarse. Las cuentas y las cartas
tendrás que hacerlas a mano, con el lápiz y sin calculadora.
Pensemos además que tampoco habrá gas disponible para
el uso de la casa.
Como no hay anergía eléctrica ni gas habrá
que usar leña o carbón para calentarse y cocinar.
Supongamos, además, que no existen la bencina ni el petróleo.
En la calle no habrá ya micros ni autos ni camiones; veremos, sí,
muchas carretas y carros de mano trasladando gente y productos.
La gente no podría vivir muy cómoda
en las actuales ciudades y empezaría a irse hacia el campo,
donde pueda usar leña y tener caballos para el trabajo y
para trasladarse.
Hay algunas personas que dicen preferir este tipo de vida. Pero
habría que pensar qué opina el resto.
¿Qué dices tú?
Junto a tu profesor y a tus compañeros realicen un debate
sobre este punto.
¿Puedes
imaginar cómo era la vida del hombre de las cavernas?
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Piensa, además,
que, en un principio, el hombre primitivo no conocía
el fuego o no sabía cómo usarlo.
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