El ave Fénix

(Hans Christian Andersen)
( 1872)

En los Jardines del Paraíso, bajo el Árbol del Conocimiento, floreció un rosal. Fue aquí, en la primera rosa, de donde nació un ave. Su vuelo era como el destello de la luz, su plumaje era hermoso, y su canto cautivador. Pero cuando Eva tomó el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuando ella y Adán fueron desterrados del paraíso, de la espada llameante del arcángel cayó una chispa al nido del ave, incendiándose en el acto.

El ave pereció en las llamas, pero del huevo rojizo que quedaba en el nido surgió revoloteante un nuevo ave, el único y solitario Ave Fénix. La fábula cuenta que mora en Arabia, y cada cien años se prende fuego en su propio nido hasta que muere; pero cada vez, un nuevo Fénix resurge de sus cenizas, el único en todo el mundo, naciendo de su huevo de color rojizo.

Este pájaro revolotea a nuestro alrededor, veloz como el rayo, de hermosos colores, de canto cautivador. Cuando una madre se sienta al lado de la cuna de su hijo, se posa en la almohada, y, con sus alas, forma una corona alrededor de la cabeza del infante. Vuela a través de la sala de la alegría, y lleva la luz del sol hasta ella, y las violetas sobre la humilde mesa redoblan la dulzura de su aroma.

Pero el Fénix no es sólo el ave de Arabia. Sobrevuela por el brillo de las Luces del Norte, por encima de las llanuras de Laponia, y salta entre las flores amarillas en el fugaz verano de Groenlandia. Bajo las montañas de cobre de Fablun, y las minas de carbón en Inglaterra, vuela, bajo la forma de una mariposa, sobre el libro de himnos que descansa en las rodillas del devoto minero. En una hoja de la flor de loto, navega por las sagradas aguas del Ganges, y los ojos de la doncella hindú brillan al contemplarlo.

El Ave Fénix, ¿realmente no lo conocéis? El Ave del Paraíso, ¡el sagrado cisne de la canción! Se sienta en el carro de Thespis, bajo la forma de un cuervo parloteante, y bate sus alas negras, impregnadas en posos de vino; el rojo pico del cisne pasa sobre el sonido del arpa en Islandia; sentóse sobre el hombro de Shakespeare, en la guisa del cuervo de Odín, y susurró al oído del poeta: "¡Inmortalidad!" y en el festín de los trovadores aleteó por los salones del castillo de Wartburg.

El Ave Fénix, ¿realmente no lo conocéis? Nos cantó la Marsellesa, y usted besó la pluma que cayó de su ala; vino con el esplendor del Paraíso, y tal vez vos os alejasteis de él, hacia el gorrión que se sentó sobre sus alas.

El Ave del Paraíso renovado cada centuria ¡nacido de las llamas, y muerto en las llamas! Aquella imagen, con marco de oro, que cuelga en los salones de los ricos, pero que a menudo sobrevuela alrededor nuestro, solitaria e ignorada, un mito; "El Fénix de Arabia".

En el Paraíso, cuando naciste de la primera rosa, bajo el Árbol de la Sabiduría, recibiste un beso, y se te dio un nombre; tu nombre, Poesía.

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