¿Por qué Augusto Pinochet es tan odiado? |
Este artículo fue
publicado en el “Miami Herald” el 29 de febrero del 2000; anteriormente había
aparecido en la “National Review”.
Por ANTHONY DANIELS, autor de “Utopias elsewhere”.
¿Por que es Pinochet , lejos, el más odiado (al menos por los intelectuales) de todos los dictadores de la segunda mitad del siglo XX? ¿Por qué él solo ha sufrido la humillante suerte de ser arrestado y detenido en un país extranjero a pedido de otro país extranjero?
Después de todo, en el bestiario del siglo pasado fue una criatura menor e insignificante, incluso si (lo que es poco probable) él fuera responsable de cada crueldad cometida en Chile mientras fue dictador. Cuando Sudáfrica, recientemente, se rehusó a extraditar al ex gobernante etíope Mengistu (Haile Mariam) a su país natal, no hubo ni asomos de protesta, aunque todos los crímenes de Pinochet habrían cabido en una tarde del reinado de Mengistu, y las torturas practicadas en Chile fueron meros procedimientos terapéuticos en comparación con lo que se hizo en Etiopía.
Existe una explicación obvia. Pinochet fue el único de los dictadores que
fue increíblemente exitoso. Se encontró con un país económicamente desastroso
y lo dejó como un faro cuya luz brilló mucho más allá de América Latina. Atrajo
a quienes querían aprender del éxito de todas partes del mundo. Chile fue
más próspero de
lo que había sido
en toda su existencia previa.
De modo que Pinochet significaba un reproche existencial para ellos. Si su régimen se hubiera limitado a torturar y a “hacer desaparecer" a sus opositores mientras el país caía de una crisis económica en otra, Pinochet habría sido objeto de un suave reproche teórico, pero no del ataque estridente y emocional que termina con demostraciones frente a embajadas. Fueron sus logros, y no sus fallas, los que fueron tan odiados .
Nada de esto se aplica, naturalmente, a los chilenos que odian a Pinochet porque un pariente, amigo o conocido fue torturado o desapareció durante su gobierno. Ciertamente no se necesita mucha imaginación para darse cuenta por qué ellos lo odian. Pero si uno lee literatura izquierdista sobre Chile (ningún placer desde el punto de vista literario), jamás verá una admisión de que la izquierda haya tenido culpa alguna en la llegada al poder de Pinochet. Nunca se admite que Allende abiertamente siguió una ideología que para ese entonces no sólo había suprimido la libertad y pretendido la prosperidad para una tercera parte de la superficie del globo, sino que había matado a millones de personas, o que sus tácticas (empleando medios constitucionales para lograr fines inconstitucionales) se semejaban peligrosamente a las de Hitler.
("El Mercurio" de Santiago, 5 de marzo del 2000)