Batalla de Yungay |
Desarrollada cerca del pueblo de Yungay, Perú, el 20 de enero de 1839. En ella se enfrentaron las fuerzas del ejército Confederado (peruano-boliviano) al mando del mariscal Andrés Santa Cruz y el ejército unido (chileno-peruano) al mando del general Manuel Bulnes.
Santa Cruz tenía un efectivo de 6.100 hombres y Bulnes 5.267, compuestos de 4.467 chilenos y 800 reclutas peruanos.
Esta batalla se dio en dos etapas, una a las 9 de la mañana en el cerro Pan de Azúcar (Asalto al cerro Pan de Azúcar) y otra en la cuenca del río Ancachs (Batalla de Ancachs).
La batalla de Yungay se cuenta entre las más sangrientas en los anales de la historia americana. El ejército de la Confederación tuvo 1.400 muertos y 1.600 prisioneros, casi todos heridos. Perdió además todo su material de guerra, caja, banderas y hasta el archivo privado de Santa Cruz.
El parte oficial del comando chileno sólo da cuenta de 229 muertos y 435 heridos; sin embargo, Gonzalo Bulnes, que recogió informaciones de su padre y de otros jefes que participaron en la batalla, estima que las pérdidas de ambos ejércitos fueron casi iguales.
Canción de Yungay
El 20 de enero de 1839 las tropas comandadas por el general Manuel Bulnes obtuvieron una aplastante victoria sobre la Confederación Peruano-Boliviana en la Batalla de Yungay.
Para celebrar el fin de la guerra, se realizaron algunos festejos donde fue presentada la “Canción de Yungay”, en honor de las tropas que alcanzaron tan importante triunfo.
El compositor de este himno fue el destacado maestro de música José Zapiola y la letra fue escrita por el político y periodista Ramón Rengifo.
La letra del himno es la siguiente:
Cantemos la gloria
del triunfo marcial
que el pueblo chileno
obtuvo en Yungay.
Del rápido Santa
pisando la arena,
la hueste chilena
se avanza a la lid.
Ligera la planta,
serena la frente,
pretende impaciente
triunfar o morir.
Oh, patria querida,
que vidas tan caras,
ahora en tus aras
se van a inmolar!
Su sangre vertida
te da la victoria;
su sangre, a tu gloria
da un brillo inmortal!
Al hórrido estruendo
del bronce terrible,
el héroe invencible
se lanza a lidiar.
Su brazo tremendo
confunde al tirano,
y el pueblo peruano
cantó libertad.
Desciende Nicea,
trayendo festiva,
tejida en oliva,
la palma triunfal.
Con ella se vea
ceñida la frente
del héroe valiente
del héroe sin par.