Georges Jacques Dantón |
Abogado francés y líder pragmático radical de la Revolución Francesa, cuyo talante contemporizador fue rechazado por los sectores rivales.
Nacido en la pequeña localidad de Arcis-sur-Aube el 28 de octubre de 1759, Dantón adquirió una sólida cultura y se hizo abogado. Después de trasladarse a París, se inició para él una etapa de prosperidad gracias a un afortunado matrimonio con la hija de un hombre acaudalado. Obtuvo un importante préstamo que le permitió comprar una prestigiosa posición legal y llevar una vida acomodada.
Cuando comenzó la Revolución Francesa en 1789, se introdujo en la política con entusiasmo y pasó a ser el presidente del club de los Cordeliers, la vanguardia del radicalismo parisino. Sus discursos a menudo eran intensos, pero solía actuar con cautela. Pese a ser una persona generosa, amable y de gran flexibilidad ideológica, recayeron en 1791 graves sospechas de que aceptaba sobornos de los monárquicos.
Se le designó para ocupar un cargo en una pequeña ciudad, en ese mismo año, y no se convirtió en una figura relevante hasta la caída de la monarquía, ocurrida en agosto de 1792. Como ministro del gobierno provisional, inspiró y exigió “audacia”, el valor que salvaría a la Francia revolucionaria de sus enemigos.
Fue elegido miembro de la Convención Nacional, en la que recibió inmediatamente los ataques de los diputados moderados, conocidos como girondinos, que le consideraban un radical y un rival peligroso. Dantón intentó conciliarse con sus oponentes, pero sus esfuerzos fueron rechazados. Este conflicto se resolvió con la caída de los girondinos en junio de 1793. Mientras tanto, prestó sus servicios en el Comité de Salvación Pública, el órgano ejecutivo de la República Francesa, pero fracasó estrepitosamente en su intento de poner fin a la guerra entre Francia y las monarquías europeas a través de canales diplomáticos. Finalmente, su aliado, Maximilien de Robespierre, emergió como figura central del Comité.
La jefatura de la República se encontraba desgarrada en 1794 por los conflictos entre los nuevos grupos políticos y las acusaciones de corrupción y traición. Dantón buscó nuevamente una solución de compromiso con los distintos sectores, pero sus propias simpatías estaban decididamente con aquellos que deseaban moderar la represión y el terror (“los indulgentes”). Pese a ello, su posición se vio socavada por la corrupción y las intrigas de sus amigos.
Robespierre decidió, con cierto pesar, que la unidad del gobierno sólo podía mantenerse eliminando tanto a los radicales como a los “indulgentes”, incluido Dantón. Tras ser sometido a juicio por el Tribunal Revolucionario, Dantón perdió primero su reputación y después su vida: murió en la guillotina el 5 de abril de 1794. Algunos historiadores consideran a Dantón como un hombre realista que nunca se dejó llevar por el fervor ideológico. Para otros, fue un oportunista que representó una amenaza para la integridad de la Revolución, al igual que Robespierre.