Mariano Latorre |
Novelista, nacido en Cobquecura, un pueblecito del Maule, el 4 enero de 1886, fallecido en Santiago el 10 noviembre de 1955. Inicia su carrera literaria en 1912 con los "Cuentos del Maule". Influido tal vez por las "Escenas de la vida campesina" (1909) de Maluenda, mantuvo un equilibrio, aunque inestable, entre el paisaje y los personajes. Equilibrio inestable porque, salvo el pintoresco y gracioso relato de "Sandías ribereñas", los demás muestran tendencia a desplazar el interés del hombre por el interés de la naturaleza.
En sus años de humanidades en el Liceo de Talca devoraba a Cervantes y a los novelistas picarescos. Y más tarde a Pereda y Galdós. Cerraba el libro y se preguntaba si podían ser héroes de novelas los pescadores maulinos o un huaso bien montado de Cobquecura o Parral. Entonces ya se fijó una meta: observar la naturaleza para conocerla, encontrarla luego en las propias sensaciones y así finalmente vivirla.
Su padre era un vasco de Palencia; su madre, una dama de sangre francesa. Estudió primero en Talca y luego en Santiago en el Instituto Pedagógico donde más tarde enseñó literatura, rigió el establecimiento, jubilando en 1952.
Aparte de tres novelas: “Ully”, “Zurzulita” y “La Paquera”, el resto de su producción lo conforman abundantes libros de cuentos y estudios de literatura chilena. Títulos como “Cuna de Cóndores”, “Chilenos del Mar”, “On Panta”, “Hombres y Zorros”, “Mapu”, “Viento de Mallines”; “Chile, País de Rincones”, “La Isla de los Pájaros”, “El Caracol”, describen la pasión pictórica y fotográfica de Latorre ante la frondosidad aplastante de la naturaleza chilena: el campo, el mar, la montaña.
En "Cuna de cóndores" hay una visión perfecta de la región andina del centro de Chile, donde la vida y el paisaje cordilleranos repercuten con fuerza en el espíritu plástico y sensible de este artista singular. Si para su relato no encuentra la palabra que le satisfaga dentro del léxico, da vida al vocablo nuevo.
Latorre caracteriza nítidamente a nuestro pueblo y a sus distintos grupos sociales, sus diferentes ocupaciones. Pero como Chile es un "país de rincones", la fragmentación no sólo será sociológica, sino y sobre todo geográfica. En Latorre el individuo es un producto plasmado por el ambiente natural.
No existe un ejemplar de raza único, como no se observa tampoco una configuración topográfica uniforme. El hombre de la pampa salitrera es distinto del de los bosques del sur o del poblador de las llanuras magallánicas; el costino se diferencia del montañés, el minero del campesino, el roto del huaso. Cada parcela de nuestra tierra tiene su fisonomía propia, irreductible.
Mariano Latorre, lector infatigable, agraciado en 1944 con el Premio Nacional de Literatura, luce un arte trabajado, consciente, honrado. Más tarde sería nombrado miembro académico de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile.
Sus obras son productos de la observación directa, perspicaz y minuciosa, tal vez demasiado minuciosa, de las realidades que lleva a. la literatura. Analiza con espíritu científico todo lo que considera digno de trasladarse a las novelas o a los cuentos.
“Chilenos del mar" (1929) penetra en el mar de los chilenos valiéndose de "la técnica de dos planos que es frecuente en Conrad, escribe Latcham: por lo general un individuo realiza una proeza y la narra a otro; o bien, el núcleo del cuento surge en un plano superpuesto, como el eco lejano de una hazaña o un cuento que ha entrado por los oídos y se relata a la tercera persona que suele ser el transcriptor".
"En un vapor caletero...”, en tono humorístico, nos pone en contacto con la vida pintoresca de un barco de cabotaje. Hay brevísimas referencias a los puertos de Valparaíso al norte. En "Pontón Nº 5", además de insistir en su admiración por los marinos chilotes que, dada su pericia, merecerían ser Maulinos, nos lleva hasta Punta Arenas. En "El piloto Oyarzo" nos habla, aunque también someramente, de Valparaíso y de Talcahuano. Explota, con más sentido del color, de la tragedia interna, y con viento sur, bello contraste en un país donde el sur simboliza bonanza, una leyenda ya utilizada por Baldomero Lillo en "El remolque" de "Sub Sole".
“Mapu”, colección de cuentos publicada en 1942, se sitúa al norte de Llanquihue, lejos del mar y del Maule, y nos lleva hacia la tierra de los indios en la zona de Villarrica. Es también un libro minucioso con una población nutrida, "brotada de cruces de razas y en cuyo seno se ven indios y mestizos, colonos y aventureros, bandidos y carabineros, leñadores y hacheros, sacerdotes alemanes y pastores protestantes ingleses. El conjunto destaca un genuino producto fronterizo en tiempos no muy lejanos, en que la ley de la selva lo emparejaba con las costumbres de Australia y de California" (Latcham).
El iniciador del Criollismo regionalista y paisajista en Chile, completó gran parte de la obra propuesta, sin embargo, el norte grande y el norte chico esperaron su pluma. Su labor fue la del explorador, la del descubridor o cateador de vetas; prepara, el escenario, dibuja a grandes rasgos las figuras sobresalientes, anota sus costumbres. Esa ha sido su gran misión. Que los colonizadores buceen en el alma de esos tipos, que ellos ahonden en la emoción, que aceleren el ritmo de la acción, que estilicen el criollismo.
Fuentes:
“Historia de la literatura chilena”, Hugo Montes y Julio Orlandi.
Enciclopedia de Chile, Editorial Océano.