Felipe II |
Rey de España desde 1556 hasta el 1598. Heredero del emperador Carlos V (Carlos I de España), nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527, gobernó el vastísimo imperio integrado por Castilla, Aragón, Valencia, Cataluña y Navarra; el Rosellón, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial más amplia de la época moderna puesta bajo un mismo cetro.
Hijo de Carlos I y de Isabel de Portugal, se instruyó desde muy joven con Juan Martínez Silício y Juan de Zúñiga, quienes lo prepararon para cumplir su labor de rey. Su papel en política interior y su protagonismo internacional fueron muy destacados durante la segunda mitad del siglo XVI. Felipe II falleció en 1598.
Organización política de la Monarquía
Los continuos viajes de su padre, que abandonaba de algún modo sus funciones imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia en la dirección de las labores gubernativas desde 1543.
Las enfermedades del más poderoso monarca de la cristiandad motivaron su abdicación en Felipe, el segundo con esa titulación tras su abuelo (Felipe I, el Hermoso), en 1555-1556. Así, después de viajar por Italia y los Países Bajos y tras ser reconocido como sucesor real en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte madrileña con gran actividad y celo.
En el interior peninsular destacan diferentes vertientes. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno por medio de consejos y de secretarios reales y en una poderosa administración centralizada. Pese a todo su poder, las bancarrotas, las dificultades hacendísticas y los problemas fiscales (entre otras actuaciones notorias creó el nuevo impuesto 'de Millones') fueron característicos durante todo su reinado.
Su recurso al Tribunal de la Inquisición fue frecuente. Políticamente dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana. Así, la unidad religiosa estaba tan presente en todos los aspectos de la vida de Felipe II que con todo rigor se valió de los autos de fe celebrados en Valladolid para afianzar la Contrarreforma católica.
Política exterior
A la vez, los piratas berberiscos asolaban las costas mediterráneas. Aunque la expedición naval de García de Toledo consiguiera la victoria en Malta (1565), el problema morisco estaba en el interior. Los moriscos de las Alpujarras granadinas protagonizaron la principal sublevación, que no terminaría hasta que don Juan de Austria les derrotó (1569-1571).
El secretario Antonio Pérez tuvo una enorme influencia en los negocios públicos hasta su caída en 1579. Además, en 1568 moría el príncipe Carlos, que había sido arrestado debido a sus contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida por parte de la nobleza contra Felipe II. En ambos puntos empezó a afianzarse la 'leyenda negra' antiespañola y buena parte de los problemas internos de su reinado.
Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, continuamente estuvo inmerso en todos los conflictos europeos. Por esas razones, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con María de Portugal (1543), la reina de Inglaterra (María I Tudor), la francesa Isabel de Valois y Ana de Austria (1570), madre de su sucesor Felipe III. Durante su reinado los conflictos externos se sucedieron en varios frentes. Felipe II actuaría en todos ellos teniendo presentes siempre criterios políticos y religiosos.
Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su reinado, ambas casas reales iniciaron su lucha por el control de Nápoles y el Milanesado.
En ese contexto, el duque de Alba defendió las plazas italianas, atacando los Estados Pontificios de Pablo IV para deshacer su alianza con Enrique II de Francia. Mientras tanto, los ejércitos castellanos y fuerzas mercenarias derrotaban a las tropas francesas en su propio territorio (San Quintín y Gravelinas 1557 y 1558), origen de las negociaciones de paz del tan beneficioso para los intereses felipistas Tratado de Cateau-Cambrésis del año siguiente.
No obstante, la pugna secular por el control europeo entre ambas monarquías continuó con la intervención a favor de los católicos Guisa en las guerras de Religión francesas, hasta que Enrique de Borbón adjuró del protestantismo, rubricándose en 1598 la Paz de Vervins.
Paralelamente, otro gran problema estratégico, comercial y de unidad de la fe era el peligro de la piratería, el bandidaje y las incursiones berberiscas y turcas en el Mediterráneo. Para conjurar dicha amenaza, constituyó, con Venecia, Génova y el Papado, el bloque principal de la Liga Santa contra el Imperio otomano. La flota al mando de don Juan de Austria —con Requesens, Álvaro de Bazán, Colonna y Doria— obtuvo la renombrada aunque no decisiva victoria naval de Lepanto (1571).
Contra Inglaterra los resultados fueron menos afortunados, debido al control marítimo militar inglés. Muerta su esposa María Tudor, las relaciones con Isabel I se enrarecieron, hasta que chocaron sus contrapuestas políticas religiosa y económica. En su pugna permanente, apoyando a todos los enemigos castellanos, Isabel de Inglaterra acabó con los católicos reyes escoceses, mientras apoyaba la piratería en el Caribe (Francis Drake) y a los rebeldes holandeses. La conclusión militar vino determinada en 1588 por la derrota de la Armada Invencible capitaneada por el duque de Medinasidonia. A partir de entonces, el poderío naval español en el Atlántico comenzaría su declive.
Felipe II tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso generado en los Países Bajos. Ninguno de sus sucesivos gobernadores, desde Margarita de Parma, pudieron conseguir sus objetivos. Tras las victorias del duque de Alba hasta 1573, ejecutando a Egmont y Hornes, ni Luis de Requesens, ni don Juan de Austria, ni Alejandro Farnesio doblegaron la rebelión de los 'mendigos del Mar' calvinistas. Alternando procedimientos suaves con otros métodos muy enérgicos, no consiguieron aplacar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas.
En cambio, consiguió un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, haciendo valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar.