Daniel De la Vega |
Daniel de la Vega nació en Quilpué el 30 de junio de 1892. Fue el segundo de cuatro hijos de Daniel de la Vega Bravo y de Agustina Uribe Valencia. Realizó sus estudios en el Colegio de los Padres Franceses, en el Seminario y en el Instituto Alemán de Valparaíso y de Quilpué.
Se traslada con su familia a Santiago en 1910, escribiendo entonces su libro de poemas "Al Calor del Terruño", editado al año siguiente, siendo el primero de una fructífera obra literaria que se desarrollaría a lo largo de más de cincuenta títulos.
En 1911 también publica su primera obra de teatro, "Un Crimen en Recoleta", iniciándose así muy temprano en la actividad teatral. En 1913 escribe y se estrena "El Bordado Inconcluso", comedia que lo haría famoso.
Pero más que la producción de libros a Daniel de la Vega lo atraía un tipo de periodismo que bien podríamos denominar literario, en oposición al meramente informativo.
Sus artículos no son, por lo común, simples proyecciones de burdas realidades, sino sugerencias emotivas y sencillas, despertadas en su espíritu por las circunstancias del medio en que vivió o se desplazaba.
En 1912 comienza su labor periodística en el diario "La Mañana" y en la revista "Pluma y Lápiz", donde iban a colaborar los mejores escritores de su época. Hasta 1920 ejerció como secretario de redacción de la revista "Zig-Zag".
Muchos de sus trabajos se hallan en "La Mañana", de Santiago (1916 a 1920); en "Zig-Zag" y en el diario "La época". Pero sus preferencias estuvieron con "El Mercurio" de Santiago, al que ingresó en 1924, y "Las Ultimas Noticias", en donde colaboró desde 1922.
Entre las selecciones de crónicas de Daniel de la Vega sobresalen "Instantáneas" (1927), "Luz de Candilejas" (1930) y "Selva de plata vieja" (1950). Llaman la atención en forma especial sus artículos sobre crítica teatral.
En 1918 gana un concurso organizado por la revista "Zig-Zag" como el poeta mas popular de Chile.
En 1926 la Editorial Cervantes de Barcelona publica su antología en la colección "Las Mejores Poesías (líricas) de los Mejores Poetas".
En 1942 la Universidad de Concepción le otorga el "Premio Atenea".
En 1951 es enviado como Agregado de Prensa a la Embajada de Chile en Brasil, y en 1953-1954 desempeña el cargo de Agregado Cultural de la Embajada de Chile en Madrid.
Daniel de la Vega es el único escritor chileno que ha recibido tres Premios Nacionales: el de Literatura (1953), el de Periodismo (1962) y el de Teatro (1963).
A través de los años de su larga existencia, Daniel de la Vega comparte su vida con Rebeca Retes, Silvandira Navarrete, Georgina Letelier y María Santander, con las cuales tendrá ocho hijos. El escritor fallece en Santiago el 29 de julio de 1971.
SELECCIÓN POÉTICA
Los Barrios Bajos
LOS ESCENARIOS
Madrigueras de pasiones,
de miserias, de canciones,
de locuras, de ladrones...
Callejuelas doloridas
donde se nutren las vidas
de los poetas suicidas.
Plazoletas angustiadas
como cárceles; calladas,
taciturnas, alargadas...
Bulliciosos conventillos
con sus perros y chiquillos
sucios, tristes y amarillos.
Los tenebrosos portales
donde se hunden los puñales
de los amores carnales.
Rincones de los insultos
donde se ofician los cultos
de los pecados ocultos.
Habitaciones oscuras
donde las bocas impuras
cantan cansadas locuras.
Viejo arrabal que alimenta
la sensualidad violenta,
enferma, triste, sangrienta...
Mi canción fuerte y ardiente,
chorreando sangre caliente,
sonará trágicamente
en la noche, como un grito
trémulo, loco, infinito,
de la carne del delito.
II
LAS SUPERSTICIONES
Viene la mala muerte
y el oculto pecado
escondido en la suerte
del espejo quebrado.
La fiebre y el vicio
se alarga y florece
con el maleficio
del número 13.
La risa no visita
los barrios embrujados
ni la casa maldita
de los amancebados.
En noches oscuras
el diablo penetra
por las cerraduras.
Nacen brujerías
de los gatos negros
de las mancebías.
Queda el diablo esclavo
dejando una llave
colgada de un clavo.
Retorna despierta
la buenaventura
clavando la puerta
con una herradura.
Y la suerte ingrata
siempre se renueva
mostrándole plata
a la luna nueva.
MI VIDA
Te doy las gracias, buena vida,
por la amargura que me has dado,
por esta pena florecida
y este querer que me ha quemado.
Aunque tus dardos me han herido
y me han dejado solo y triste,
yo humildemente te he vivido...
iexcl;Tú bien sabrás por qué lo hiciste!
Me diste rosas, cogí rosas:
me diste penas, bebí penas,
¡penas dolientes y armoniosas
en tus inmensas manos buenas!
Siempre que tú para mí
has sido
clara o sencilla, alegre o triste,
yo humildemente te he vivido...
¡Tú bien sabrás por qué lo hiciste!
Entre quebrantos y alegrías,
con estas pobres manos ciegas,
tomo del fondo de tus días
todas las horas que me entregas.
Vida, tú mandas y no ruegas,
en este espíritu doliente,
cuando yo siento que tú llegas
abro los brazos dulcemente...
Tú me has besado y me has herido,
rosas y lágrimas me diste;
yo humildemente te he vivido.
¡Tú bien sabrás por qué lo hiciste!
LA FRONTERA
Hay en la vida humana una oculta frontera,
en donde abre los ojos nuestra propia verdad;
allí no languidece nunca la primavera
y nuestras manos palpan aguas de eternidad.
La vida arde con fuegos de lámpara
votiva
que no habrá viento adverso que la pueda apagar,
y nuestra alma sedienta de las cosas de arriba
duerme en una dulcísima actitud de volar...
Cuando el hombre atraviesa la frontera
ignorada,
nuevas estrellas surgen en sus noches desiertas;
y el cosmos y el espíritu y el átomo y la nada,
se le entregan leales como manos abiertas...
Yo voy trepando aquellas solitarias
pendientes;
buenas almas empujan mi barca sobre el mar...
En el viento presiento rastros de alas ardientes,
huellas de pensamientos tan altos y esplendentes
que mi espíritu pobre no los puede abarcar...
Ilusiones pequeñas, vanidades
humanas,
mentiras y rencores: todo se quedó atrás.
Están clareando apenas las primeras mañanas
de unos días enormes: ¡Yo quiero subir más!
Tristezas de la tierra que yo he querido
tanto
y que no he de volver a sentirlas jamás...
No importa. Unas sirenas me atraen en un canto
que viene de la altura: ¡Yo quiero subir más!
Y a los hombres que quedan solos con
sus pasiones,
les dejaré al partir de este ensueño sombrío,
unos versos sencillos y unas buenas acciones...
Lo único que fue enteramente mío...
Mis manos se despiden temblando de
ternura.
Los hombres, los amores, todo se queda atrás...
Contemplo por vez última la angosta senda obscura
y despliego las alas cara a cara a la altura.
¡Yo quiero subir más! ¡Yo quiero subir más!
LAS PALABRAS
Las palabras humildes son armoniosos
vuelos
de pájaros errantes que no han venido al mundo.
Cada una posee un sentido profundo.
Hablar con sencillez es un don de los cielos.
Tienen un resplandor inmortal. Es preciso
saber amar las buenas palabras transparentes.
Yo las amo. Conozco sus perfiles ardientes.
Cada palabra tiene su oculto paraíso.
Son arcas de milagro. Nuestros grandes
anhelos
se dicen con palabras claras. La poesía
de verdad amanece mas diáfana que el día.
Hablar con sencillez es un don de los cielos.
EL PEQUEÑO UNIVERSO
¿Viajar? ¿Y para qué?
El que anhela viajar
nunca verá la tierra, ni los cielos, ni el mar...
Será un ciego, mendigo de verdad.
Su mirada
pasará por las cosas sin saber nunca nada.
Yo sé que entre las cuatro paredes
de mi huerto
tengo encerradas todas las verdades del mundo:
el pasado brumoso y el porvenir incierto.
Mi huerto es un pequeño universo profundo.
Yo siento las más altas leyes
del universo
en la hoja que cae y en el agua que juega...
La santa vida todas sus verdades me entrega
y yo no le doy nada más que mi pobre verso...
Ni la gloria, ni el oro, ni la carne,
ni el mundo.
Mi huerto es un pequeño universo profundo.