Manuel Baquedano González

Brillante militar que paseó su insignia de Comandante en Jefe del Ejército en la Guerra del Pacífico , desde la campaña de Tacna y Arica hasta las victoriosas Batallas de Chorrillos y Miraflores .

Logró, durante su vida militar, llegar muy hondo en el corazón de la tropa. Ella veía en su General a uno de los suyos. Es que Baquedano, profundo conocedor del alma popular, les hablaba con palabras sencillas y sabía convivir con los subalternos. Por eso Baquedano ganó todas las batallas que comandó en Jefe. Cuando él levantaba su brazo y señalaba un objetivo, éste era conquistado por sus regimientos, que rivalizaban entre sí para ser los primeros en plantar el tricolor en lo alto de las trincheras enemigas.

Nació el 1 de enero de 1823 en la ciudad de Santiago, hijo –dice la partida de bautismo– del Capitán de la Escolta Directorial Fernando Baquedano y doña Teresa González. Manuel Baquedano creció en un ambiente militar por excelencia.

Su padre, como la mayoría de los patriotas que lucharan por la Independencia, había ganado sus galones desde soldado en los campos de batalla. Las tertulias de su hogar eran amenizadas por los relatos de gloriosas batallas. Y quienes llevaban la voz cantante eran los amigos de su padre: Freire , Bulnes , Vial, Puga, Pinto, etc.

Hizo sus estudios en el Instituto Nacional. Tuvo como condiscípulos a Federico Errázuriz, su más entrañable amigo; a Eusebio Lillo, aficionado a los versos; a Emilio Sotomayor, afecto a los libros de historia, etc. Su deporte favorito fue la equitación. Fuera de sus horas de estudio, se puede decir que vivía en el Cazadores, el Regimiento de su padre.

Nada de extraordinario sería, entonces, que al estallar la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana , partiera a escondidas y sin el permiso de sus padres al Perú, dispuesto a combatir por Chile, en el arma de caballería. Se embarcó escondido en el transporte “La Hermosa Chilena” que zarpó el 6 de julio de 1838 al norte.

Cuatro días después, el polizón Manuel Jesús era descubierto en alta mar. Desde ese momento, el hijo del Coronel Femando Baquedano fue agregado en calidad de mascota del Cazadores. Pronto, el joven Baquedano se daría a conocer como un combatiente hecho y derecho.

Después de la campaña en el Perú, se le reconoció el grado de Teniente efectivo el 23 de enero de 1845. Desempeñando el cargo de Ayudante Mayor en el Regimiento Granaderos, sería ascendido a Capitán en enero de 1850.

En marzo de 1854, con el grado de Sargento Mayor, se le destinó a una pequeña guarnición en la Frontera de Arauco. En realidad, se le alejó de la capital por manejos políticos. Ante esta resolución, Baquedano presentó su expediente de retiro. El Gobierno no le dio curso. El disciplinado soldado cumplió entonces su destino.

Con sus ahorros y al crédito, se compró algunos terrenos en La Laja que a la postre se convertirían en una próspera hacienda que le independizaría económicamente: el fundo Santa Teresa.

Luego desempeñó los puestos de Ayudante de las Comandancias de Armas de Valparaíso y de Arauco (1854). Al año siguiente se le nombró Comandante del Escuadrón Cívico Nº 3 de Arauco.

Después de una larga estada por las regiones de Arauco, donde se distinguió durante el alzamiento mapuche de 1868-1869, el Gobierno le confirió como premio el mando del Regimiento Cazadores a Caballo, el 25 de noviembre de 1869. Diez años comandaría su querida unidad cuna, en donde ascendió a Coronel el 30 de julio de 1870; a Coronel efectivo el 5 de abril de 1872 y a General de Brigada el 10 de junio de 1876.

En el transcurso del decenio sería nombrado interinamente Inspector General de la Guardia Nacional y Comandante General de Armas de Santiago (1875), sin dejar el Cazadores.

En aquellos años se reflejó en toda su magnitud el Baquedano que era: severo soldado de cuartel; afanado hombre de gabinete; jefe justo y ecuánime y también inexorable con los insolentes, varón de visión certera, para el que no había imposibles; de carácter risueño y ladino; lacónico en decires; de garbosa figura y exento de toda sombra de vanidad.

Declarada la guerra en 1879 muchos fueron los hijos de la tierra chilena que partieron al teatro de operaciones. Entre ellos, y entre los primeros, el General Manuel Baquedano.

En Antofagasta fue designado Comandante General de la Caballería el 20 de abril de 1879. El destino, que le dotara de condiciones excepcionales para el mando, le tenía reservado un sitial de honor en la conflagración del Pacífico.

Coronada sus sienes con el laurel de la victoria, regresó al país, arribando a Valparaíso el 11 de marzo de 1881. El primer puerto nunca vio algo parecido. La bahía era una "hoguera de patriotismo".

Al descender Baquedano del "Itata", lo hizo vistiendo su uniforme de campaña y con un sencillo quepis. Nada de entorchados ni ostentaciones vanas. El pueblo todo comprendió aquel acto de modestia y prorrumpió en vivas sin fin...

En el trayecto apoteósico por las calles porteñas, Baquedano y sus tropas marcharon bajo 23 enormes arcos de triunfo, levantados en honor de los vencedores. Y los festejos se repitieron en Santiago, donde adquirieron, lógicamente, mayores proporciones. El frenesí de los capitalinos no tuvo límites...

Por aquellos días se presentó al Congreso una moción para otorgar a Baquedano el título de Capitán General y darle una recompensa en dinero. El General pidió que se retirara el proyecto. Sólo anhelaba retornar al Perú para concluir definitivamente la guerra. No se le concedió ésta, su única aspiración... En consecuencia, el héroe estimó completada su carrera y presentó su expediente de retiro absoluto, que fue aceptado con fecha 3 de mayo de 1881.

No obstante, el Congreso Nacional le concedió el nombramiento de Generalísimo del Ejército y se le invistió como Consejero de Estado. Al término de la gestión Pinto, se le eligió candidato a la Presidencia de la República. Forzado por sus amigos, aceptó al principio, mas pronto renunció, recalcando con modestia que él era sólo un soldado, no un estadista.

En abril de 1889 viajó a Europa en comisión, regresando a fines de 1890. En esta oportunidad se le volvió a ofrecer la candidatura a la Presidencia. La rechazó.

No intervino en la Revolución de 1891. Recibió sí el poder de manos del Presidente Balmaceda, sólo para entregarlo tres días después a la Junta Revolucionaria. En esos días aciagos, mantuvo el orden, reduciendo los desmanes y evitando mayores desgracias. Sería su último servicio al país.

Falleció el 30 de septiembre de 1897.

Síntesis de sus acciones militares más destacadas:

Manuel Jesús Baquedano recibió su bautismo de fuego en la Guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana. Agregado como estaba al Regimiento Cazadores, luego de haber escapado del hogar no para jugar a los soldados, sino para pelear como tales; se encontró al fin en medio del Combate de Portada de Guías (21 de agosto de 1838).

Iniciada la carga de Cazadores en demanda de las fuerzas de los Generales confederados Orbegoso y Nieto, el joven Baquedano aprovechó un descuido del Sargento que le custodiaba para clavar sus tacones en los ijares de su caballo y a galope alargado alcanzó a los oficiales -sus amigos-, que diez pasos al frente (según las ordenanzas napoleónicas) iban parados sobre los estribos con el sable desnudo arengando a sus soldados.

¡Cuánta emoción en los rostros de aquellos viejos combatientes, al divisarlo cabalgando en pos de la gloria o de la muerte... ! A cabeza descubierta, con sus cabellos rubios al viento y blandiendo el yatagán que le acondicionara el Sargento Moscoso, a modo de espada, Baquedano entró en las páginas de la historia... Una semana después, Manuel Baquedano recibía los despachos de Alférez (28 de agosto de 1838). Un digno gesto del General Manuel Bulnes, que premió así el valor de aquel pequeño centauro.

Desde ese instante, el Alférez Baquedano, luciendo sus distintivos de oficial, tomaría activa parte en la campaña: se concentró en Huaraz; combatió en el puente de Buin, soportando los proyectiles del adversario y los rayos y granizos que caían del cielo y, a la postre, triunfando en la memorable jornada de Yungay (20 de enero de 1839).

En la batalla decisiva de Huaylas, el Alférez Baquedano, a la cabeza de sus jinetes, participó en la brillante carga de Punyán, contribuyendo a la disolución total de la Confederación. En mérito de su ejemplar comportamiento, Baquedano fue ascendido a Teniente provisorio el 28 de marzo del citado año.

La segunda actuación de guerra que le cupo fue años después con el grado de Capitán, durante la Revolución de 1851. Y, como era su norma, no vaciló en ponerse al lado de la Constitución y las leyes de la República.

Su conducta más descollante en la lucha fratricida la tuvo en las riberas del río Loncomilla, escenario de una de las más sangrientas batallas de nuestros anales (8 de diciembre de 1851). En una de las fases de la contienda, el Capitán Baquedano salvó la vida del General Bulnes de una emboscada rebelde. Oportunamente escudó con su cuerpo al Comandante en Jefe y ex Presidente de la Nación, liquidando de un balazo al atacante más peligroso.

Silenciadas las armas, Manuel Baquedano cruzó hacia el campo adversario. Allí había combatido su padre, don Fernando. Padre e hijo habían sido rivales, pero los lazos de sangre se mantenían inalterables. Encontró a su progenitor gravemente herido en una ambulancia. Un tierno abrazo unió a los nobles soldados.

En 1859, el Sargento Mayor Baquedano se encontraba desterrado por tierras angelinas cuando se desató una nueva revolución. Olvidando las ingratitudes humanas, colocó su espada al servicio incondicional del Gobierno.

Combatió contra los insurgentes de Nicolás Tirapegui, reforzado por mapuches, en Maipón (12 de abril de 1859), a tres kilómetros al poniente de Chillán. Como buen "Cazador" de corazón venció una vez más y emprendió calladamente el regreso a sus campos de La Laja: había cumplido con el deber.

Y para el levantamiento de 1868 de los indomables araucanos, que se tornó general en enero de 1869, volvió al campo de batalla. Al frente de un batallón de milicianos de las tres armas, puesto a sus órdenes por el General José Manuel Pinto, tomó parte en las diversas operaciones que se libraron. Por cinco meses de continuas escaramuzas en medio del chivateo indígena, Baquedano estaba con sus huestes en todas partes: en Renaico, en las líneas de Colico y Malleco, por Consuelo, Cordillera de Pidenco, Llanos de Cángulo, etc., hasta tomar prisionero a Leviú, uno de los caciques alzados. Sometidos finalmente, Baquedano fue esta vez reivindicado, dándosele el mando de Cazadores, en Santiago.

Declarada la Guerra del 79, el General Baquedano demostraría en la Campaña de Tarapacá que reunía los requisitos necesarios para la conducción de las operaciones.

Debido a inconvenientes técnicos, hubo vacilaciones para el desembarco del Ejército Expedicionario en las costas de Pisagua. Consultado Baquedano por el General Escala, aquél lo impulsó a ejecutar lo previsto. Oídos sordos a las sugerencias de los "no profesionales de las armas". Nada de titubeos de último segundo: "¡Adelante, Erasmo! ¡Adelante!".

En la Batalla de Dolores (19 de noviembre de 1879) Baquedano intuyó que los aliados se retirarían por la noche. En consecuencia, recomendó la persecución sin escatimar esfuerzos... Sucedió lo primero, pero no se hizo lo segundo. Se perdió el contacto con el enemigo.

Sería en la Campaña de Tacna y Arica cuando el General Baquedano escalaría el peldaño que lo llevaría a la cúpula de la gloria. Después del desembarco del Ejército chileno en Ilo y Pacocha se decidió una operación hacia Moquegua. Se nombró jefe de ella al General Baquedano. Se produjo la resonante victoria de la "invencible Cuesta de Los Angeles" (22 de febrero de 1880). Fue aquélla una de las más audaces acciones de la guerra y típica operación de montaña. El plan de Baquedano consistió en un ataque frontal (centro de gravedad) en coordinación con un doble envolvimiento por las quebradas de Tuniilaca y Guaneros, que se gestó durante la noche. Las fuerzas del Coronel Agustín Gamarra, sorprendidas, fueron derrotadas luego de tenaz resistencia. A las 7.15 A.M. flameaban los colores de la Patria en el cerro Estuquiña.

Producida la renuncia del General Erasmo Escala, el Ministro don Rafael Sotomayor, en una de sus últimas acertadas resoluciones, nombró al General Baquedano Comandante en Jefe del Ejército en Campaña (3 de abril de 1880). Bajo su mando terminaron las intrigas y reinó la actividad. Los resultados no se hacen esperar: Tacna (26 de mayo de 1880) y Arica (7 de junio de 1880).

Sobre la marcha quiso Baquedano proseguir hacia Lima, expedición deseada por el país y particularmente por el Ejército victorioso. Mas, se inició de nuevo una larga y tediosa espera ante las ambigüedades del Gobierno.

Mientras tanto, Baquedano solicitó "reclutas para llenar las bajas sufridas". Deseaba disciplinarios y entrenarlos. Elaboró un plan de operaciones sobre Lima, sencillo y a la vez minucioso que, hasta medio año después, fue todavía el único que se creyó practicable.

Se pidió al Gobierno la aprobación para reorganizar el Ejército con miras a la campaña decisiva. Baquedano, que nada deseaba dejar al azar, ordenó la construcción en Arica de un muelle cómodo para el embarque de tropas. Encargó a Valparaíso lanchas destinadas al mismo objetivo. Hizo reconocer por la Marina los barcos de carga anclados en el puerto ariqueño, a fin de convertirlos en transportes. Cuando vio Baquedano que las cosas que pedía no llegaban con la prontitud que exigía la guerra, envió el 6 de noviembre de 1880 a Santiago a su más destacado e infatigable colaborador, el Coronel José Velásquez.

Llevaba la misión de hacer presente al Supremo Gobierno, "de palabra", las necesidades del Ejército, en cuanto a personal, armamento, vestuario y alimentación. Luchando contra viento y marea, arribó el General Baquedano con su tropa a Curayaco (22 de diciembre de 1880).

Las Batallas de Chorrillos y Miraflores (13 y 15 de enero de 1881), son, sin lugar a dudas, los hechos de armas más célebres del General Baquedano. La victoria se obtuvo siguiendo el plan del Comandante en Jefe, como es lógico discurrir.

Baquedano, montado en "Diamante".

Citada una Junta de Comandantes, se aprobó y se mantuvo la decisión de Baquedano: atacar frontalmente las posiciones enemigas, por Santa Teresa o San Juan o por ambos puntos a la vez, para conquistar el balneario de Chorrillos, primer objetivo.

Cumpliendo el plan del General, y combatiendo con la mística del vencedor, las fuerzas chilenas tomaron las trincheras luchando cuerpo a cuerpo: ocuparon el invencible Morro Solar, forzaron los portezuelos de Santa Teresa y San Juan y conquistaron Chorrillos.

Cuando la tregua de Miraflores fue rota, el General Baquedano estuvo a punto de ser acribillado por la metralla peruana. Fue en este minuto crítico donde se vio acrecentada su figura. Gritando con voz entera que se mantuviesen las unidades aferradas en sus posiciones hasta el último cartucho, para fijar a las fuerzas enemigas en el frente, ordenaba a la División Barbosa que atacase por la retaguardia.

Baquedano, montado en su caballo "Diamante", galopaba de un extremo a otro, arengando a los suyos e impartiendo órdenes cortas y precisas.

El General Baquedano había vencido los seis meses de preparativos defensivos del gobierno y pueblo peruanos, previstos "para una resistencia tenaz, desesperada y suprema".

Baquedano se mantuvo célibe hasta el final de sus días.

Terminada la guerra, sus "purasangre" fueron la entretención que tuvo el viejo soldado de Cazadores. Antes de caer postrado por acerba enfermedad, tenía por costumbre desayunar muy de madrugada, en el Mercado Central, donde acudía diariamente con su fiel ordenanza. Se sentaba entre los hombres de trabajo del barrio Mapocho-Chimba, con quienes alternaba festivamente, al tiempo que saboreaba un picante caldillo de mariscos.

Jamás Baquedano se consideró un héroe, sino un simple ciudadano, un hombre de vida sencilla que vibró como cualquier otro en las labores de su puesto de General en Jefe de un Ejército o en las actividades cotidianas.

Y como tal, llegó el día del adiós y de la paz, el 30 de noviembre de 1897. Había muerto un soldado excepcional, el más legítimo exponente de las glorias del Ejército...

Fuente Internet:

http://www.ejercito.cl