Lope de Aguirre

Hombre legendario, Lope, "el loco", ha dejado tras de sí una estela de leyenda y misterio que perdura aún en las tierras que atravesó con su tropa. Los fuegos fatuos que en Venezuela se aparecen con su fantasma, así como en Barquisimeto y Burburata; la bahía de Isla Margarita llamada del Traidor por haber desembarcado él allí; la procesión que en El Tocuyo celebra su muerte cada 27 de octubre; el llamado salto de Aguirre, en plena selva peruana, donde estando en grave peligro escribió en una piedra algunos signos misteriosos ante los que es necesario persignarse y orar.

Lope de Aguirre nació en Oñate en algún momento entre los años 1511 y 1515. Fue el segundo hijo en una familia acomodada pero sin fortuna. Destinada la herencia a su hermano mayor, sus opciones eran el sacerdocio, la gran ciudad, o buscar fortuna en América. Vivió primero un tiempo en Andalucía, donde aprendió el oficio de domador de caballos, y tuvo ocasión de escuchar y aprender cosas del Nuevo Mundo.

De Sevilla partían cada primavera la Carrera de Nueva España, con rumbo a Veracruz desde donde se sigue a México y América Central, y la Carrera de Tierra Firme, hacia Cartagena de Indias y Porto Bello o Nombre de Dios. Hacia los veinte años, se menciona la fecha de 1534, embarcó hacia la historia.

Poco se sabe de él durante unos años, en que los historiadores no se ponen de acuerdo acerca de la identidad de varios Lope de Aguirre que aparecen en diferentes documentos durante estos años: al servicio del gobernador Pedro Heredia, en un naufragio cerca de La Habana y reembarcando de nuevo hacia América en 1539.

Según lo acostumbrado en los vascongados de los siglos XVI y XVII, que solían ocupar puestos de notarios y secretarios en la corte, las cartas de Aguirre muestran a un hombre bien educado y con buena caligrafía. Pero también es grosero e intrigante, torpe y de aspecto desagradable.

Fue hombre de casi cincuenta años –dice una descripción hecha a él–, muy pequeño de cuerpo y poca persona; mal agestado, la cara pequeña y chupada; los ojos que si miraban de hito le estaban bullendo en el casco, en especial cuando estaba enojado... Fue gran sufridor de trabajos, especialmente del sueño, que en todo el tiempo de su tiranía pocas veces le vieron dormir, si no era algún rato del día, que siempre le hallaban velando. Caminaba mucho a pie y cargado con mucho peso; sufría continuamente muchas armas a cuestas; muchas veces andaba con dos cotas bien pesadas, y espada y daga y celada de acero, y su arcabuz o lanza en la mano; otras veces un peto."

Se le atribuye una autoría directa o por orden suya en 72 asesinatos: 64 españoles, entre militares y civiles, tres sacerdotes, cuatro mujeres y un indio.

Desarrolló una cierta actividad en América defendiendo los intereses reales contra rebeliones de cierto parecido a la que luego protagonizó él mismo. Participa, entre otras, en la batalla de Las Salinas, la expedición de Diego de Rojas, batalla de Chupas contra Diego de Almagro, guerras civiles en el Perú, con Núñez Vela contra Gonzalo Pizarro, con Melchor Verdugo, batalla de Jaquijaguana, con Baltasar de Castilla y batalla de Chuquinga, donde es herido de gravedad perdiendo el uso del pie derecho y recibiendo graves quemaduras de arcabuz en las manos.

Así, después de casi veinticinco años de luchar por la corona se mira a sí mismo y ve a un viejo (cincuenta años en el siglo XVI eran una edad bastante avanzada) sin gloria ni fortuna, tullido y deformado por las guerras. Su única familia era una hija llamada Elvira, que se supone mestiza y de madre desconocida, y que le acompañó en la expedición hacia El Dorado escoltada por dos dueñas.

Se cuenta que en Potosí, el juez licenciado Esquivel mandó prender y azotar a Aguirre por infringir las leyes que protegen a los indios. Según la leyenda, Lope caminó descalzo tres años y cuatro meses hasta que, finalizado el mandato del juez, lo encontró y lo mató a puñaladas mientras dormía en su propia casa.

Huyendo de las consecuencias de su acción, se refugia en Guamanga disfrazado de negro y luego va a Tucumán. Participa en la sublevación de Cuzco contra el virrey Antonio de Mendoza, donde asesina al gobernador Pedro de Hinojosa mientras aliviaba sus necesidades en los corrales de su casa.

Ordenada la muerte de todos los sublevados, Aguirre se esconde en una cueva durante un año, comiendo raíces y algunos mendrugos. Con la ayuda de algunos amigos logra escapar a la condena de muerte que pesa sobre él hasta que se declara una amnistía para enfrentar la sublevación de Francisco Hernández Girón.

Reintegrado ya al bando realista, se incorpora a la expedición que Pedro de Ursúa inicia en 1559 hacia Omagua y El Dorado.

Presumía de brujo y de adivinar las conspiraciones, así como conocer la fidelidad de las personas con sólo mirarlas. Asumía con orgullo su traición y su crueldad.

Eldorado y Lope de Aguirre

Barquisimeto, 27 de octubre de 1561. Dos marañones o soldados de Lope de Aguirre dan muerte a su jefe, temerosos de su conducta cuando le acompañaban en su loco peregrinar por el río Amazonas y su cuenca.

Así termina la trágica aventura que Lope de Aguirre (nacido en Oñate, Guipúzcoa, hacia 1511) iniciara el 26 de septiembre de 1560 bajo el mando del navarro Pedro de Ursúa, con tres bergantines, 300 soldados y varios centenares de indios, en busca del mítico Eldorado en el supuesto país de Omagua, del que los indios contaban maravillas.

Ursúa, dominado por su amante Inés de Atienza, fue asesinado por instigación de Lope de Aguirre, que cifra el objetivo en la conquista del Perú, el verdadero Eldorado.

Para ello, hace firmar un acta en la que nombra "Principe de Tierra Firme, Perú y Chile" a un tal Fernando de Guzmán, y reniega de la autoridad de Felipe II (23 de mayo de 1561). Propone marchar hacia la desembocadura del Amazonas, para, desde allí, encaminarse a Tierra Firme y Perú y constituir un reino independiente de Felipe II.

Construye nuevos bergantines y continúa el viaje, desembarazándose de Guzmán, Inés de Atienza y otros rivales. Río abajo, al frente de los marañones, alcanza la desembocadura del Amazonas (julio de 1561), se apodera de la isla Margarita, envía un memorial de agravios a Felipe II que firma "Lope de Aguirre el Peregrino", intenta llegar por tierra al Perú, toma la ciudad de Valencia y siembra el terror en el litoral venezolano. Pero su posición se ha debilitado y los enfrentamientos con sus seguidores, los marañones, son cada vez más frecuentes.

Las autoridades españolas le declaran la guerra y conceden el perdón a los que le abandonen. Aguirre se queda solo con su hija mestiza Elvira, a la que mata para que no caiga prisionera, y a continuación se entrega, terminando así la pesadilla.

Contexto histórico de la expedición de Lope de Aguirre

Lope de Aguirre visto por el cine

El Perú de 1559 era ya muy diferente del que había encontrado en 1532 Francisco Pizarro. Desde esa fecha, en que nace la ciudad de Piura, hasta 1548 habían sido fundadas las principales ciudades y núcleos hispanos: Jauja, Cuzco, Quito, Lima, Trujillo, Puerto Viejo, Guayaquil, La Plata (Sucre), Huamanga (Ayacucho), Arequipa, Huánuco y La Paz.

Tras las fundaciones se procedía al reparto de cargos concejiles, solares y encomiendas de indios y una vez constituidos los cabildos, estos mismos procedían frecuentemente al reparto de tierras, estancias, huertas, licencias para erigir molinos, obrajes, ollerías, tiendas, pulperías, etc., siendo los agraciados los mismos repartidores, familiares, deudos y allegados.

Los cabildos coloniales peruanos y quiteños del siglo XVI estuvieron dominados y monopolizados por estos grupos de encomenderos, estrechamente ligados por lazos de parentesco y, a veces, de paisanaje, que a la vez que se perpetuaban en sus cargos lo hicieron en sus encomiendas por dos y tres generaciones constituyendo las primitivas élites coloniales.

En 1561 los 396.866 indios tributarios de 477 repartimientos que se contabilizaban en el Perú y en la Audiencia de Quito estaban repartidos entre sólo 427 vecinos; apenas 50 pueblos habían pasado al control de la corona. La endogamia de los encomenderos, su pujanza y poder y la perpetuación en sus privilegios y mercedes hacía muy difícil el acceso al grupo más aún cuando la política de la corona y de las autoridades indianas tendía a "rescatar" el mayor número de tributarios de manos particulares para que sus tributos beneficiaran a las necesitadas Cajas Reales.

De los 2.000 vecinos de Lima, también en la década de los 60, tan sólo 30 eran encomenderos; de los 800 de Cuzco, sólo 63, y de los 400 de Arequipa, 30; más o menos este era el porcentaje que se encontraba en el resto de las ciudades.

EL GRUPO DE CONQUISTADORES O SUS DESCENDIENTES QUE ACAPARABAN LAS ENCOMIENDAS, CARGOS DE CABILDOS, TIERRAS, GANADOS, OBRAJES, etc., REPRESENTABAN TAN SÓLO MENOS DEL DIEZ POR CIENTO DE LOS VECINOS DE CADA CIUDAD.

El comercio interior y exterior a gran escala, pasados los balbuceos iniciales de la conquista, estaban controlados desde Lima, Panamá y Sevilla por fuertes, expertos y prepotentes grupos y casas comerciales con ramificaciones y consignatarios o delegados en todas partes del virreinato. Las actividades mineras fueron también rápidamente controladas por estos grupos mercantiles y en las economías locales y regionales tenían una gran importancia los propios encomenderos. Los más altos cargos de la administración colonial eran elegidos en la metrópoli y los de segundo y tercer rango copados también por los conquistadores, sus hijos o familiares.

Hacia la mitad del siglo habían pasado los primeros momentos igualatorios, socialmente, que supuso la conquista, permitiendo a oscuros miembros y peones de las huestes convertirse en ricos, prestigiosos y poderosos regidores indianos.

Lope de Aguirre, "el traidor" .

La estratificación social hispana se había adaptado al mundo americano, a veces con más rigor que en la metrópoli. Las ciudades se habían convertido en epicentros de las distintas gobernaciones y distritos y en ellas los encomenderos figuraban en la cúspide de la escala social. El resto de vecinos o moradores europeos para lograr cierta prosperidad debían dedicarse a un sinfín de actividades y oficios, que junto con pequeños lotes de tierras eran lo que les habían dejado los primeros conquistadores y fundadores de ciudades.

Muchos soldados, componentes de diversas huestes, no habían sido remunerados ni atendidos en sus peticiones; tras diez, quince o veinte años de estancia en indias, habiendo participado en diversas campañas y expediciones donde gastaron sus pobres recursos y su juventud, debían deambular por las villas hispanas componiendo el séquito de los poderosos y viviendo de su generosidad, ya que en su calidad de "señores de la tierra" y vecinos feudatarios debían tener casa abierta y poblada donde atendían a su gente.

Estos soldados debían esperar la oportunidad de nuevos repartos de encomiendas si se producían vacantes, hecho cada vez más raro oyes su llegaba el caso se incorporaban a la Corona o eran concedidas a los familiares, allegados o servidores de los virreyes, oidores y otras autoridades cuyo poder iba instaurándose con mayor fuerza en América. Podían casar con alguna rica viuda encomendar, pero generalmente éstas prefirieron hacerlo antes con otro de su grupo o bien con algún peninsular recién llegado de la metrópoli con flamante y prestigioso cargo de gobierno o ilustre ascendencia o parentela.

Cerradas estas vías de enriquecimiento y ascenso social que habían servido antes a otros miembros de la hueste para ganar fama, honra y riqueza sólo podían esperar enrolarse en nuevas expediciones de descubrimiento y conquista o en otros hechos de armas que los hicieran beneméritos ante la Corona.

ESTOS HECHOS SE HABÍAN PRODIGADO EN EL PERÚ DE LA PRIMERA MITAD DE SIGLO EN LAS "GUERRAS CIVILES" ENTABLADAS ENTRE LOS MISMOS CONQUISTADORES, POR DIVERSOS MOTIVOS.

La primera de estas guerras, conocida como "Guerra de las Salinas" (1537-1538), inauguraba una serie que duraría con cortas treguas por más de quince años; fueron en sus comienzos más que nada enemistades personales y de facciones entre pizarristas y almagristas, pero evidenciaban ya las rivalidades y conflictos entre ricos y pobres, entre bien asentados y recién llegados.

La "Guerra de las Salinas" finalizó con la derrota y ejecución de Almagro en 1538. En venganza los almagristas asesinaron a Francisco Pizarro en 1541 y acaudillados por el hijo de Almagro se apoderaron de gran parte del país siendo derrotados en 1542 en la Guerra de Chupas por el gobernador Vaca de Castro aliado con los pizarristas.

El levantamiento más serio ocurrió en 1544 cuando Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco, se rebeló contra el primer virrey nombrado para Perú, Blasco Núñez Vela, y las restricciones de las Leyes Nuevas, que recortaban los privilegios de los conquistadores. Pizarro no sólo logró atraer a los descontentos sino también a un amplio sector de los hombres más ricos y poderosos de Perú; persiguió al virrey, lo derrotó y mató en la batalla de Añaquito en 1546.

La Corona envió al licenciado Pedro de la Gasca para resolver la situación y pacificar el virreinato. Gasca, con el contingente más grande visto hasta entonces derrotó y ejecutó a Gonzalo Pizarro en 1548. Precisamente había rechazado la ayuda de gente y tropas ofrecidas desde México, Nicaragua y Santo Domingo por miedo de llenar el Perú, aún más, de gente ociosa y de soldados licenciados después de las batallas.

Tras la victoria, Gasca procedió al reparto de mercedes, en el cual fueron beneficiados tan sólo unos 220 conquistadores; pero el descontento fue general, ya que precisamente los seguidores de Gonzalo Pizarro fueron los más recompensados en detrimento de los leales a Gasca.

Se estaba sentando el precedente de contentar a los revoltosos ya que los pacíficos eran menos temibles.

Vuelto a la península Gasca dejaba un país oficialmente pacificado pero realmente lleno de tensiones, de rescoldos de rebelión, de sediciosos desocupados y resentidos.

El estado de ánimo en la región lo describe el mismo fiscal de la Audiencia en 1555: "Este Perú está más lleno de arcabuces y otras armas que nunca estuvo. Hay derramados por él de los culpados en las rebeliones pasadas más delincuentes que nunca; los que se hallaron de parte de Su Majestad han quedado muy necesitados y como no les reparten lo que hay han mostrado y muestran grandísimo descontento y hablan más atrevidos, desvergonzados y libremente que nunca".

Este fue el entorno y origen inmediato de la expedición amazónica. Hasta ahora se había propuesto como típicamente derivada de los tiempos de mera conquista, cuando ésta, en el Perú, quedaba en la lejanía de un cuarto de siglo. Aunque el período comprendido hasta 1555 puede llamarse de conquista en un sentido más amplio, pese a las turbulencias de la misma, de las guerras civiles y de las grandes rebeliones, todas las tendencias económicas y sociales, todos los principales centros poblados del Perú estaban configurados hacia 1545 ó 1550 y en muchos casos incluso antes, en el curso de un desarrollo espontáneo y no dirigido, convergente con la conquista y las guerras civiles.

Los componentes de la expedición al amazonas no eran, contra lo que muchos han pensado, el prototipo del conquistador español en indias. Éste generalmente se convirtió, tras la etapa bélica, en más o menos próspero colono, fundó una nueva estirpe hispanoamericana o regresó a la Península a disfrutar en su terruño natal los bienes logrados. Los marañones más bien tipifican el caso del grupo de aventureros y desheredados de la conquista que deambularon tras las guerras por todo el Perú, la audiencia de Quito (Ecuador), el nuevo reino de Granada (Colombia) y Charcas (Bolivia) buscando una oportunidad de mejorar de vida y que para su desgracia no encontraron en sus intentos sino el anonimato, la miseria o la muerte.

Fuente Internet:

http://cvc.cervantes.es/obref/arnac/indias/indias.htm