Religiosas

EL REGRESO

Desnudos volveremos a nuestro Dueño,
manchados como el cordero
de matorrales, gredas, caminos,
y desnudos volveremos al abra
cuya luz nos muestra desnudos:
y la Patria del arribo
nos mira fija y asombrada.

Pero nunca fuimos soltados
del coro de las Potencias
y de las Dominaciones,
y nombre nunca tuvimos
pues los nombres son del Único.

Soñamos madres y hermanos,
rueda de noches y días
y jamás abandonamos
aquel día sin soslayo.
Creímos cantar, rendirnos
y después seguir el canto;
pero tan sólo ha existido
este himno sin relajo.

Y nunca fuimos soldados
ni maestros ni aprendices,
pues vagamente supimos
que jugábamos al tiempo
siendo hijos de lo Eterno.
Y nunca esta Patria dejamos,
y lo demás, sueños han sido,
juegos de niños en patio inmenso:
fiestas, luchas, amores, lutos.

Y la muerte fue mentira
que la boca silabeaba;
muertes en lechos o caminos,
en los mares o en las costas;
pequeñas muertes en que cerrábamos
ojos que nunca se cerraron.

Dormidos hicimos rutas
y a ninguna parte arribábamos,
y al Ángel Guardián rendimos
con partidas y regresos.

Y los Ángeles reían
nuestros dolores y nuestras dichas
y nuestras búsquedas y hallazgos
y nuestros pobres duelos y triunfos.

Caíamos y levantábamos,
cocida la cara de llanto,
y lo reído y lo llorado,
y las rutas y los senderos,
y las partidas y los regresos,
las hacían con nosotros,
el costado en el costado.

Mandaban y obedecíamos
con rostro iracundo o dichoso
y el arribo no llegaba
y unas dichas casquivanas
si asomaban, no descendían.

Y los oficios jadeados
nunca, nunca los aprendíamos:
el cantar, cuando era el canto,
en la garganta roto nacía.

Y sólo en el sueño profundo
como en piedra santa dormíamos
y algo soñábamos que entendíamos
para olvidarlo al otro día...
y recitábamos Padrenuestros
a los Ángeles que sonreían.

De la jornada a la jornada
jugando a la huerta, a ronda, o canto,
al oficio sin Maestro,
a la marcha sin camino,
y a los nombres sin las cosas
y a la partida sin el arribo
fuimos niños, fuimos niños,
inconstantes y desvariados.

Y baldíos regresamos,
¡tan rendidos y sin logro!
balbuceando nombres de "patrias"
a las que nunca arribamos.
Y nos llamaban forasteros
¡y nunca hijos, y nunca hijas!

NOEL INDIO

A Gilda Péndola

Madre in aguinaldo
ni grande ni menuda,
soñando a medianoche,
doy mi niño desnudo.

En aire de los Andes
y en el rastrojo crudo,
mi único don voy dando
a mi niño desnudo.

No hay viento de la Puna
que silbe tan agudo,
como silba llamándote
el tu niño desnudo.

Mi Dios ve toda carne,
y a mi Señor ayudo
dándole en noche santa
a mi niño desnudo.

MEMORIA DE LA GRACIA

Al Rev Gabriel Méndez Plancarte

I

Cincuenta años caminando
detrás de la Gracia,
gracia de las dos Marías,
y de las dos Anas.

Cosa mejor que las albas,
y el golpe de ráfaga,
cayendo al pecho lo mismo
que niña azorada
y el instante diciendo ¡gracias!
y el asombro diciendo ¡gracias!

Me pasó por el costado
en niebla fugada;
en la piedra aguamarina
me echó la mirada.
La sospecho en rama sin
aire columpiada,
y su iris hecho y deshecho
de las cataratas.

Conozco a la fugitiva
por aire y espaldas,
el volar de sus cabellos
y la seña rápida;
y el juego que va jugando
de niña trocada;
y con diez nombres la llamo
por si uno la alcanza.

Dura lo que el parpadeo
o el habla siseada.
Me la gano de camino,
la pierdo, arribada,
o me suelto de ella cuando
ya iba a ser salva,
y sigo por soledades
de Ismael sin patria.

En otra parte yo fui
de ella amamantada.
Rondas trenzaron conmigo
sus manos de agua.
O la seguía lo mismo
que oveja cebada,
o me caía en el sueño
como ave cazada...

La miraba de hito en hito
y ella me miraba.
No había hora futura
ni hora pasada
y a nudo de madre e hija
eso se igualaba.

Tal vez se rompió en el mundo
primero la Gracia
y ahora cuesta jadeo
y sangre ganarla.
Mas sin ella me reseco
de rostro y entrañas,
y me vuelvo la cal muerta,
la fruta pisada.

II

Pero a veces tres cruzamos
los campos llamándola,
desde que cae la noche
al rasgón del alba.
Nuestra carrera conturba
a las desveladas
y se llenan de memoria
las desmemoriadas.

Como quien suelta a una Isla
de noche, las barcas,
porque de ella no se olviden
en mesa ni almohada,
yo le nombro a las dormidas
la Madre olvidada.
Una noche hablan la lengua
que con ella hablaban;
pero en despertando vuelven
a ser trascordadas.

PROCESIÓN INDIA

Rosa de Lima, hija de Cristo y
Domingo el Misionero,
que sazonas a la América
con Sazón que da tu cuerpo:
vamos en tu procesión
con gran ruta y grandes sedes,
y con el nombre de "Siempre",
y con el signo de "Lejos".

Y caminamos cargando
con fatiga y sin lamento
unas bayas que son veras
y unas frutas que son cuento
el mamey, la granadilla,
la pitahaya, el higo denso.

Va la vieja procesión
en anguila que es de fuego,
por los filos de los Andes
vivos, santos y tremendos,
llevando alpaca y vicuña
y callados llamas lentos,
para que tú nos bendigas
hijos, bestias y alimentos.

Polvo da la procesión
y ninguno marcha ciego,
pues el polvo se parece
a la niebla de tu aliento
y tu luz sobre los belfos
da zodíacos ardiendo.

De la sierra embalsamada
cosas puras te traemos
y pasamos voleando
árbol-quina y árbol-cedro,
y las gomas con virtudes,
y las hierbas con misterios.

Santa Rosa de la Puna
y del alto ventisquero:
te llevamos nuestras marchas
en collares que hace el tiempo;
las escarchas que da junio,
los rescoldos que da enero.
De las puertas arrancamos
a los mozos y a los viejos
y en la cobra de la sombra
te llevamos a los muertos.

Abre, Rosa, abre los brazos,
alza tus ojos y venos.
Llama aldeas y provincias;
haz en ellas el recuento
¡y se vean las regiones
extendidas en tu pecho!

El anillo de la marcha
nunca, Madre, romperemos
en el aire de la América
ni en el abra de lo Eterno.
Al dormir tu procesión
continúe en nuestro sueño
y al morirnos la sigamos
por los Andes de los Cielos.

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