Desvarío |
Si me ponen al costado
la ciega de nacimiento,
le diré, bajo, bajito,
con la voz llena de polvo:
-Hermana, toma mis ojos.
¿Ojos? ¿para qué preciso
arriba y llena de lumbres?
En mi Patria he de llevar
todo el cuerpo hecho pupila,
espejo devolvedor
ancha pupila sin párpados.
Iré yo a campo traviesa
con los ojos en las manos
y las dos manos dichosas
deletreando lo no visto
nombrando lo adivinado.
Tome otra mis rodillas
si las suyas se quedaron
trabadas y empedernidas
por las nieves o la escarcha.
Otra tómeme los brazos
si es que se los rebanaron.
Y otras tomen mis sentidos.
Con su sed y con su hambre.
Acabe así, consumada
repartida como hogaza
lanzada a sur o a norte
no seré nunca más una.
Será mi aligeramiento
como un apear de ramas
que me abajan y descargan
de mí misma, como de árbol.
¡Ah, respiro, ay dulce pago,
vertical descendimiento!
A Blanca Subercaseaux
Yo no sé si podré venir.
A ver si te cumplo, hermana.
Llego, si vengo, en aire dulce
por no helarte la llanada
o en el filo de tu sueño
con amor, y sin palabra.
Empínate por si me cuesta
hallémonos a media marcha,
me llevas un poco de tierra
por que recuerde mi Posada.
No temas si bulto no llevo
tampoco si llego mudada.
Y no llores si no te respondo
porque mi culpa fue la palabra.
Pero dame la tuya, la tuya
que era como paloma posada.