Hombrecitos

Capítulo 16

REDACTORES Y NUEVO MAESTRO

La reunión se realizaba en el museo. El profesor y la señora Bhaer estaban instalados al lado de una pequeña mesa, mientras que los chicos ocupaban sus rústicos asientos, formando un semicírculo. El turno de ese día estaba destinado a las composiciones de los más pequeños, y los alumnos mayores se limitarían a escuchar y juzgar.

—Empezarán las "damas" —dijo el profesor, una vez que hubo terminado el ruido de los asientos y de los papeles—. Nan será la primera —añadió.

La niña, sonriendo al auditorio y con la mayor desen­voltura, empezó a leer su trabajo literario sobre:

"La esponja"

"La esponja —comenzó— es una especie de planta marina que crece en las rocas, y es útil y curiosa. Como tiene muchos agujeritos, en ellos viven peces e insectos. Por eso, primero se la lava bien y después se la deja a secar.

"Es suave, por lo que se la emplea en el lavado de los bebés. Algunos no la usan porque son sucios —y sus pícaros ojos se posaron en Dick y en Dolly.

"También se emplea para quitar la flojera a los niños dormilones, sobre todo a los chicos. Digo esto porque algu­nos se hacen los sordos por la mañana, y la criada tiene que reflescarles la cara con la esponja."

–Creo que te estás desviando del tema —interrumpió Emilio, notando que se refería a él.

—¡No, señor! —le replicó Nan—. Estoy dentro de mi tema: animales y vegetales. Los animales son los varones...

Y como si nada hubiera sucedido, continuó:

"Otra de las buenas cosas para las que sirve la esponja, es que los doctores la humedecen en éter para aplicarla en las narices de los pacientes cuando deben sacarles alguna muela.

"De mi trabajo —terminó diciendo sacarán tres moralejas: hay que lavarse la cara, hay que levantarse temprano y que cuando vayan a sacarse una muela, aspiren sin resistir el éter de la esponja. Será mejor así. ¡He dicho!"

—Muy bien, Nan —aprobó el profesor, despidiéndola con una sonrisa—. Ahora le toca a Daisy —añadió.

Algo cohibida, Daisy leyó su trabajo. Se titulaba:

"El gato"

"Mucho me agrada el gato, por ser limpio y bonito. Permite que lo acaricien y se hace amigo. Nunca se muere de hambre, pues caza ratones. A veces también peces. Yo tengo una gata que tiene los ojos amarillos; por eso la llamo Topa­cio —contó entusiasmadamente, y añadió:

"Cuando estoy en mi cocina, Topacio pone su patita en la tetera para que le convide té. Además come budín de manza­na, y eso no saben hacerlo otros gatos. Es muy lista."

Había terminado. Luego ocupó la tribuna Demi, quien con voz clara leyó su poema titulado:

"La mariposa"

"Entre los pájaros revolotea

y aunque no canta, es hermosa.

Por eso escribo con gusto

sobre la mariposa.

Gusanillo, larva es primero

escondida en su capullo,

nos sorprende en primavera

siendo mariposa luego.

Sabe andar por los caminos

y sin colmena ni miel

vive de miel y rocío,

¡tan buena y sencilla es!

No daña como las abejas, avispas ni tábanos;

su bondad deberíamos imitar,

y sus colores: verde, rojo, amarillo y azul,

en bellas páginas pintar.

Quisiera ser como la mariposa,

buena, vistosa y bonita;

pero no me gustaría una cosa:

el alcanfor que Dan pondría en mi cabecita."

Los aplausos llenaron el salón, y Demi tuvo que repetir su lectura, lo cual lo sonrojó mucho. Después le tocó el turno a Tommy, pero como se le había olvidado preparar un traba­jo especial, se conformó con leer una carta que pensaba en­viar a su abuelita. Decía así:

"Querida abuelita:

"Deseo que te encuentres bien. Estoy feliz porque tío Jai­me me ha mandado un rifle muy lindo. Este aparato se carga por la culata y dispara increíblemente. Ya cacé algunos pája­ros que están en el museo de Plumfield. Tienen pintitas en el pecho y parecen vivos.

"Bueno, no te escribo más porque no tengo tiempo.

"Espero que lo pases bien. Tu nieto que te quiere,

"Tomás Buckminster Bangs.

"P.D.: Recuerde que colecciono estampillas.

"P.D.: Atentos saludos manda la señora Bhaer.

"P.D.: El señor Bhaer no sabe que te escribo, por eso no te manda sus saludos.

"P.D.: Como generalmente llego a la clase retrasado, papi me ha prometido un reloj. Espero que me lo dé para mi cumpleaños.

"P.D.: Deseo verte pronto. Ojalá mandaras a buscarme."

Tommy se secó la cara, roja como un tomate, y con un suspiro de alivio se sentó en cuanto hubo leído la última pos­data. Estaba agotado.

Luego el pequeño Teddy pidió que lo atendieran, pues quería repetir algunos versitos que, para la ocasión, le había enseñado mamá Bhaer. Ellos decían así:

"Una gotita de agua

y un granito de arena

no son nada,

pero muchos, muchos...

forman océanos y playas.

Cada buena palabra

de nuestro hablar,

un día y otro día escuchada

hacen mejor el camino

y cual cielo nuestro hogar."

Teddy, desconcertado por el ruido de los aplausos, fue a refugiarse en las faldas de Jo.

Por su parte, Dolly y Dick no habían escrito nada, pero el profesor los invitó a hablar, pues estaba seguro de que dirían cosas interesantes sobre la vida de los animales. Dick comenzó:

—Trataré de recordar algo sobre las libélulas —di­jo—, que las vemos volando con su hermoso color azul. Atrapé una y vi que tienen lindos ojos y que sus alas son delgadísimas. Tienen como un gancho, con el que apresan bichitos para ali­mentarse... ¿Qué más?... ¡Ah!, ya recuerdo: sus huevecitos se hunden en el barro, y de ellos nacen unos animalitos feos. Tardan tanto en crecer que demoran dos años en convertirse en verdaderas libélulas. Y ahora, atiendan bien, porque esto es lo más raro del caso: después de tanto tiempo, esa larva trepa por las varas de un junco, y al llegar a la superficie, se abre como si fuera una flor...

Después, Dolly hizo las siguientes observaciones sobre el pato:

—Los patos silvestres son difíciles de cazar, y los hom­bres se valen de patos domesticados para atraerlos. También preparan patos artificiales, y cuando se aproximan por curiosos, les disparan de entre los árboles.

"Los patos viven en el agua y en el barro, y son bastante comilones. No son cuidadosos con sus huevos. En cambio, las gallinas son buenas madres. Cuando empollan patitos, se afligen al ver que éstos se van al agua, pero no les pasa nada porque saben nadar."

Nat, quien ayudado por Dan, había preparado un buen trabajo sobre "los mochuelos", dijo así:

"Los mochuelos tienen la cabeza grande, en la que se destacan los ojos enormes y el pico ganchudo. Sus garras son bien fuertes y su plumaje es liso y pegajoso.

"Se alimentan de pájaros y ratones. Algunos anidan en nidos ajenos; otros, lo hacen en los árboles y hasta en los graneros.

"Como de día no ven, vuelan a ciegas torpemente, y los otros pájaros los atacan. Es por eso que los mochuelos salen al anochecer. Entonces se quedan muy quietos, esperando a los murciélagos, su presa. Pude atrapar un mochuelito. Lo traje para que los conozcan."

Y diciendo lo cual, extrajo del interior de su chaqueta un pajarillo que abría y cerraba sus enormes ojos. Ante tan extraña compañía, su plumaje se erizó, pareciendo aumentar de tamaño, en una falsa demostración de fuerza que hizo que los chicos rieran a sus anchas largamente.

Una vez calmados, los muchachos se inquietaron cuando vieron a Tommy, seguido por Demi y Nan, irse para regre­sar casi en seguida, trayendo un estuche rojo sobre la bandeja de plata que cargaban. Tommy se dirigió con solemnidad ha­cia donde estaba Dan, quien los miraba con desconfianza, temiendo una broma de mal gusto.

—Compañero —le dijo—: todos hemos lamentado lo ocurrido en este último tiempo y tu conducta ha sido la mejor. Así es que, para demostrarte lo que sentimos por ti, entre todos te obsequiamos esto. Ojalá te entretenga y te agrade.

—¡Gracias, muchas gracias! —exclamó Dan, enroje­ciendo, pero en cuanto descubrió el contenido del estuche, su mirada se iluminó—. ¡Era el tesoro que más ambicionaba! —gritó emocionado—. ¡Es una locura lo que han hecho por mí! Venga esa mano... —dijo tendiendo su mano derecha a Tommy.

Pronto Dan se vio rodeado de todos los muchachos. Unos querían estrecharle la mano; otros, ver de cerca el rega­lo. Luego, abriéndose paso entre los niños, fue directamente hacia Jo. La besó en silencio y saludó en seguida al profesor Bhaer, agradeciéndole todo con la mayor sencillez y sinceridad.

—Me retiro, chicos —anunció Jo—. Quedan con su nuevo profesor de Historia Natural, el señor Dan Microscopio... —y salió del museo con el espíritu satisfecho y feliz por la maravillosa tarde pasada al lado de sus "queridos hombrecitos".

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