Hombrecitos

Capítulo 9

UNA LINDA FIESTA, PERO...

—Las niñas han estado preparando mermeladas —dijo Tommy a sus compañeros—; deben ser para la fiesta a la que nos han invitado.

—Yo no sé como portarme en una fiesta de señoras —confesó Nat.

—Debemos ir; no podemos desairarlas —observó Demi—. Además, con quedarnos un momento habremos cumplido; así acostumbran los "caballeros". Después de beber y comer, se retiran.

—Conforme; eso podemos hacer —dijo Nat.

—Releamos antes la invitación —manifestó Demi

Atiendan:

"Señores Tomás Bangs, Juan Brooke y Nataniel Blake:

La señora S.S. tiene el placer de invitarles a la fiesta que se realizará a las tres de la tarde del día de hoy.

Nota: Se les previene que si no se portan bien, no se les servirán las exquisitas cosas preparadas. Se les recomienda que Nat traiga su violín para que cantemos y bailemos."

—Bien —dijo Demi—. Yo les envío una contestación afirmándoles que iremos.

Al leer la respuesta, Daisy volvió a calcular la cantidad de mermelada y dijo a Nan:

—A tía Jo le agradará; ella quiere que seamos buenas compañeras con los chicos. Tenemos que hacer que les guste la fiesta, ¡el baile sobre todo! ¡Con tal que no se porten mal!

—Respondo por Nat y por Demi, pero no por Tommy —comentó Nan.

—Pienso ser muy severa con ellos —dijo Daisy con tono maternal—; el que se porte mal, a su casa o no se lo vuelve a invitar.

—Van a ser las tres —dijo Nan impaciente—. ¿Por qué no nos vestimos? ¿Qué te pondrás?

—Yo, que soy la madre, debo estar más elegante.

—Ah, entonces yo, que soy la hija, debo figurar más que tú. Conversaré, bailaré, cantaré y debería coquetear un poco. Tú, la madre, serás muy seria y tranquila:

Daisy no pareció muy convencida, pero un energético llamado las interrumpió. Rápidamente ambas "damas" se sen­taron como la ocasión lo merecía: Entretanto, Bess, que ha­bía llegado de visita a Plumfield y que actuaba como criada, fue a abrir la puerta. Compenetrada en su papel, dijo:

—Adelante, señores. Los están esperando.

Tras los saludos de estilo, los "señores" se instalaron cómodamente, simulando la mayor seriedad. Pero ésta iba a durar poco, pues al mirarse mutuamente, no pudieron conte­ner una explosión de risa:

Pero la señora Smith (S.S.) no quería abandonar su plan de seriedad, y cambiando de tema, dijo:

—Señor Blake, contamos con su música: ¿Bailamos un rato?

—Encantado; iré a buscar el violín.

—¿No sería mejor tomar el té primero? —sugirió Tommy.

—¡Eso nunca! —contestó indignada la señora Smith—. ¡No les daré ni una miga si no bailan! ¡No faltaba más!

En vista de tales palabras, los señores se volvieron educados y finos. Comenzó, pues, el baile con una polca bailada por dos parejas.

Tras esto y una canción cantada por Bess, la señora anunció que pasaran a la mesa. Amablemente pero con firmeza, les dijo:

—Pueden sentarse y esperar. Tranquilos, ¿eh?

La señora Smith se mostró muy diestra en sus tareas y logró soportar dignamente lo que sucedió después.

Cuando trató de partir la torta con un cuchillo que no cortaba mucho, ésta cayó. Pero pudo reponerse de su "derrota" al ver que los invitados se la comieron sin problemas. Por otra parte, al momento de disputar un pastelillo con la "criada", el plato donde éste estaba rodó con todo lo que contenía:

Cuando la calma volvió, se descubrió que el plato con los demás pasteles había desaparecido. La señora dueña de la casa, recordando el esfuerzo que significó prepararlos, repetía:

—¡No! ¡Esto no puede ser! —y ordenó a Tommy, ame­nazante—: ¡Tommy, devuélvelos!

—¡No he sido yo! ¡Los tiene Demi!

—¡Yo no los tengo! —refutó Demi.

—Esto está muy mal; ¡estaba tan bonito el baile! —dijo Nat a su vez.

Pero empezó una guerra de pasteles, que sólo terminó cuando éstos se acabaron. Mientras Demi consolaba a su her­manita, Nat y Nan recogían los restos esparcidos por el suelo.

De pronto, unos pasos anunciaron a la tía Jo.

—Es hora de retarnos —dijo Demi temeroso.

Pero Jo ya estaba allí y pronto supo todo lo ocurrido. Las niñas estaban muy ofendidas, por lo que la señora Bhaer dijo:

—Bien; no se vuelve a invitar más a estos señores mientras no reparen su falta con una buena obra.

—Sólo lo hicimos para entretenemos —dijo Demi conciliador.

—Es que nadie debe divertirse a costa del disgusto de los demás. Estoy realmente desilusionada de ustedes —contestó la señora, advirtiéndoles a los muchachos que les prohibía jugar con las niñas.

Daisy olvidó pronto el mal momento, mientras que Nan se divertía mirando a los chicos por sobre el hombro y con gesto de desprecio cada vez que pasaba al lado de ellos.

Por su parte, los muchachos extrañaban mucho la compañía de las niñas, y sobre todo les preocupaba la seriedad de tía Jo, quien se sentía defraudada y, además, les dirigía la palabra sólo para cosas mínimas.

No pudiendo tolerar la situación, los tres resolvieron hablar con el profesor Bhaer. El resultado fue que los niños debieron ir a trabajar a puerta cerrada al granero.

Un día, los chicos resolvieron acabar de una vez con la desagradable situación. Demi se acercó a tía Jo para decirle:

—Querida Jo, te hemos preparado una agradable sorpresa: ¿Quieres verla?

—Sí, querido; ¡cómo no voy a querer! Pero permitirás que lleve a las chicas.

—Por supuesto.

—¿Qué sorpresa prepararon para ellas?

—El cestillo. Las conducirá hasta el monte. Tú, tía, tendrás que caminar.

—Eso me encanta —y dirigiéndose a las chicas les dijo—: niñas, hay una sorpresa para ustedes. Demi, Nat y Tommy la han preparado. Vamos rápido.

Una vez que hubieron llegado a la colina, Demi les dijo:

—Desciendan y esperen un momento —desapareciendo tras una enorme piedra: Al poco rato apareció con los otros dos chicos, llevando enormes volantines que regalaron a las niñas. Estas reían y aplaudían de felicidad.

—Esperen, aun hay más! —dijeron los muchachos, volviendo detrás de la roca para aparecer con un volantín gigante y más bello que los otros. En él se leían en grandes letras doradas estas palabras: "Para tía Jo".

Tanto las niñas como la señora Bhaer se pusieron a elevar los hermosos volantines en aquella tranquila tarde, sonrientes de felicidad.

—¿Qué tal nuestra idea? —preguntó Tommy.

—¡Magnífica! —gritaron las muchachas a coro.

—¿Y adivinan por qué, muchachos? —intervino tía Jo, agregando—: Pues porque estas maravillosas niñas no les echaron a perder la fiesta...

Ir a Capítulo 10

Materias