Hombrecitos

Capítulo 2

ESTOS SON LOS MUCHACHITOS

Mientras dejamos descansar a Nat, presentaré a sus compañeros. Tenemos a Franz, un perfecto alemán de dieciséis años, alto, robusto, tranquilo, amante de los libros y de la música. Culto y respetuoso, era la mano derecha del director.

Emilio, o el "Comodoro", era lo contrario: intranquilo, vivo, sólo pensaba en ser marino. Impregnado de lecturas de marinos famosos, su cuarto se había transformado en una especie de buque.

Demi era otro de los niños. Sencillo y educado, la formación dada por sus padres se había concentrado en su desarrollo físico y espiritual. Los ejercicios, la alimentación y el horario para sus juegos, eran controlados cuidadosamente. El abuelo March se preocupaba de su inteligencia, enseñándole con el ejemplo de la práctica. Así, el niño aprendió a gobernarse a sí mismo y a desenvolverse. Los libros eran todo para él, pues lo acompañaban y avivaban su imaginación. Sus padres, temiendo que se convirtiera en un niño prodigio, habían decidido enviarlo a Plumfield; la convivencia con otros niños podía disipar su timidez y su inclinación a sueños fantásticos. Y así fue.

A Daisy, hermana gemela de Demi, le encantaban los quehaceres domésticos. Su familia, compuesta de varias muñecas, era objeto de las mayores atenciones. Por todas partes se la encontraba, siempre activa y diligente como una hormiguita: ordenaba los cajones, quitaba el polvo de los muebles, ponía sal en los saleros, todo eso sin descuidar sus estudios. Entre hermanos eran muy unidos. Demi la mimaba, mientras ella lo alababa constantemente.

Rob. Él era el niño permanentemente inquieto. Travieso como ninguno, hablaba todo el tiempo.

El más pequeño y mimado de todos era Teddy. Era un poco envidiado, porque tenía el privilegio de andar por todas partes.

Había otros dos pequeños de ocho años: el jorobadito Dick Brown y Adolfo Pettingill. El último era algo tartamudo, pero el profesor Bhaer le iba ayudando a superar su falencia. En cuanto a Dick, a pesar de su defecto físico, tenía una gran fortaleza espiritual y era extremadamente bondadoso. Además, se sentía feliz en Plumfield porque nadie se burlaba de él.

Jack Ford era otro de los alumnos. Inteligente, vivaracho y dinámico, tenía un gran defecto: era ambicioso por el dinero, cosa que preocupaba al señor Bhaer.

Ned Barker, de catorce años, era larguirucho de piernas, por lo que pasaba tropezándose y gracias a lo cual se ganó el apodo de "Atolondrado". Hablaba mucho y le gustaba hacerse el valiente, a la vez que era algo chismoso.

A Jorge Cole, los mimos de su madre lo perjudicaron mucho. Siempre pálido y demasiado gordo para su edad, un niño débil y enfermizo, sin voluntad para el estudio y de mal carácter. Apenas llegó a Plumfield, la vida sana y la alimentación ordenada, los ejercicios y el estudio dirigido, lo transformaron en poco tiempo y paso a ser para sus compañeros el simpático "Gordinflón".

El "inocente" Billy Ward, de trece años, había demos­trado tener gran inteligencia, por lo que su padre lo sometió a una disciplina intelectual demasiado rígida. Pero un día el niño tuvo una fuerte fiebre, la cual lo hizo perder la memoria de todo lo que había aprendido. La lección fue muy dura para su padre, quien, para enmendar su error, y sin muchas esperanzas, lo llevó a Plumfield. Aquí demostró gran interés por el estudio, pero no recordaba lo que había aprendido el día anterior.

Tanto el profesor Bhaer como la señora y sus compañeros le demostraban mucho afecto, y no sólo por su problema, sino porque era un chico dócil y bueno.

Pero el que más preocupación daba era el atolondrado Tommy Bangs. Muchas veces llegaba herido de sus andanzas, aunque luego hacía reír a todos con sus exageradas promesas y castigos que él mismo se imponía para no repetir la "mal­dad" que había cometido. Experto en toda clase de bromas, dejó más de una vez a tía Jo en vergüenza ante sus invitados, o a la sirvienta, preparándole obstáculos en el camino a la hora en que ésta servía la sopa. Es de suponer que no daba tanta atención a sus estudios, aunque, como era inteligente, siempre lograba sacar adelante sus lecciones.

Todas estas cosas le habían dado a Plumfield fama de "colegio raro". Y aunque la gente reconocía en éste la gran importancia que le daba a la enseñanza de la superación de los sentimientos negativos, no dejaban de observar que en otros establecimientos se enseñaba más griego y matemáticas. Pero los esposos Bhaer tenían confianza en su método, y entre trabajos y juegos, estudios y descansos, se desarrollaba la vida en Plumfield hacia su objetivo: formar personas capaces, pero a quienes la lucha diaria no lograra quitarles la alegría de vivir.

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