Encuentros y desencuentros entre Oriente y Occidente

Los musulmanes en España

Después de conquistar muchas tierras del Levante mediterráneo y todo el norte de África en el 711, los musulmanes decidieron invadir la península Ibérica. Derrotaron a las fuerzas de los visigodos mandadas por su rey don Rodrigo.

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Don Rodrigo, rey de España visigoda en 711.

Esta batalla que duró unos tres días vio el triunfo de los musulmanes y el fin del reino visigodo en España.

El rey desapareció ya que no se pudo encontrar su cadáver en el campo de batalla y, según la crónica, sólo se encontraron su túnica, su corona, su calzado de oro y su caballo en un hoyo lleno de barro cerca del río Guadalete (Andalucía) donde tuvo lugar la batalla.

Tanto la vida como la desaparición de don Rodrigo han venido a nutrir las leyendas y, a su vez, muchas obras literarias.

Una vez exterminadas las fuerzas visigodas, los musulmanes conquistaron fácilmente toda la península, salvo algunos valles en los montes cantábricos. Los victoriosos ejércitos árabes pasaron los Pirineos e invadieron Francia y la habrían conquistado si los ejércitos francos no los hubieran derrotado en la batalla de Poitiers (Tours).

Esta rápida conquista de la Península no sólo se puede explicar mencionando la derrota sufrida por los visigodos en el Guadalete. Hay que añadir que ya antes de la llegada de los moros en el Norte de África el reino visigodo sufría de una gran inestabilidad política, también era injusto hacia grupos minoritarios y entre estos los judíos; además, los labradores estaban muy explotados por la nobleza.

Los árabes trataron a los judíos mucho mejor y también mostraron una gran tolerancia hacia los cristianos. Muchos de estos cristianos se convirtieron al Islam (muladíes), pero los que permanecieron fieles a su fe pudieron continuar practicándola en sus iglesias. Es también cierto que las autoridades musulmanas intervenían en el nombramiento de los obispos de los que ahora se llamaban mozárabes; es decir, cristianos que vivían bajo el dominio árabe.

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Batalla de Guadalete.

Durante los primeros cuarenta años de la ocupación de la Península había muchísimas luchas y peleas entre las diferentes facciones que querían controlar el poder. Estas luchas reflejaban en España (Al-Andalús) lo que estaba aconteciendo en Damasco, donde los Abasíes y los Omeyas se disputaban el poder.

Los Omeyas perdieron y la mayor parte de esta familia fue asesinada, con la excepción de un joven que consiguió huir y llegar a España, donde sus partidarios le entregaron el gobierno.

Abderramán (Abd-er-Rahman), que así se llamaba este noble refugiado, se instaló en Córdoba y fue durante su emirato que se empezó la construcción de la Gran Mezquita, cuya belleza y grandeza se puede admirar hasta nuestros días.

Abderramán I se independizó del dominio del califato de Damasco (756), pero continuó siendo emir (gobernador). Al-Andalús continúa siendo un emirato hasta la creación del Califato de Córdoba (912) por Abderramán III.

La dominación musulmana se puede dividir en cuatro partes: I. Emirato dependiente de Damasco (711-756). II. Emirato independiente (756-912). III. Califato de Córdoba (912-1030). IV. Reino taifas (1030-1492).

Desde los primeros años de la conquista árabe de la península hasta 1030 cuando el Califato de Córdoba se desintegra en una serie de reinos árabes llamados "taifas," los musulmanes poseían una gran parte del territorio de lo que hoy es España y Portugal. Los cristianos habían establecido unos reinos y condados que correspondían, en gran parte, a una zona montañosa formada por los montes cantábricos y los Pirineos.

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Don Rodrigo, en el museo de cera de Madrid.

Es importante recordar que estas dos culturas estuvieron conviviendo durante mucho tiempo. A estas dos culturas tenemos que añadir otra, la judía o hispano hebrea. Aunque fuera ésta minoritoria, tuvo muchísima importancia por la contribución que hizo, tanto en las ciencias como en las letras, a la España tanto musulmana como cristiana.

Durante el Califato, Córdoba era una ciudad que resplandecía tanto en su planta física como en su cultura. En esa época tanto Londres como París eran ciudades pequeñas y sucias, pero Córdoba se extendía kilómetros y kilómetros por ambas riberas del Guadalquivir con una población de casi medio millón de habitantes.

Cerca de Córdoba, Abderramán III construyó Medinat-ez-Zahra para su esposa favorita. Lo que asombra es que se construyó en poquísimos años y llegó a ser una verdadera joya arquitectónica que por su gran belleza inspiró a muchos poetas. Hoy sólo quedan las ruinas y sobre ellas los arqueólogos de hoy, junto con los arquitectos del Patrimonio nacional van poco a poco reconstruyendo algunos de los edificios.

Claro está que nunca se volverá a ver esos salones con columnas de mármol y paredes cubiertas de oro. Según los pocos escritos que han llegado hasta hoy y que cantan la gloria de esos lugares, entrar en Medina Azahara (Medinat-ez-Zahra) era pasar al mundo encantado de Las mil y una noches.

Sin duda alguna, Córdoba era, en el siglo X, una de las ciudades de gran esplendor cultural. Se podía comparar favorablemente con la Constantinopla y Bagdad de esa época. Esta ciudad junto como otras que no podemos olvidar tales como Sevilla, Toledo y Granada produjeron individuos que alcanzaron un gran renombre en las matemáticas, astronomía, botánica, historia, geografía, filosofía, etc.

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Califato de Granada hacia el 1002.
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Este gran saber se debe al hecho de que los árabes tradujeron y estudiaron las obras clásicas de los griegos. El pensamiento árabe le debe mucho a la filosofía griega y a su vez los filósofos y teólogos cristianos deben mucho a los comentaristas árabes, ya que sus escritos traducidos al latín se difundieron por la Europa cristiana.

Averroes (Ibn Rushd, 1126-1198) en su aristotelianismo trató de reconciliar la fe y la razón, la ciencia y la religión. Entre los grandes pensadores hispano-hebreos destaca el cordobés Maimonides (Moses Ben Maimon, 1139-1205) que contemporáneo de Averroes.

Después de la muerte del gran general Almanzor en 1002, Al-Andalús se vio envuelto en una serie de crisis que resultaron en la fragmentación del Califato (1035).

Esta creación de los reinos taifas vino a debilitar el poder de los musulmanes en España y a partir de este momento la iniciativa militar está en manos de los reinos cristianos.

La Reconquista que así se ha llamado a esta serie de guerras y luchas que los cristianos llevaron a través de ocho siglos para volver a poseer las tierras que antes fueron de los visigodos, no acabó antes con la presencia mora en España debido principalmente al hecho que estos reinos cristianos se pasaban mucho tiempo luchando entre si.

Otra razón fue que invasiones de moros de Marruecos vinieron a dar más vigor militar a los reinos árabes de la península. Fue durante estas invasiones de almorávides (1086), almohades (1146) y benimerinos (1212) que los reinos cristianos se unían para hacer un frente común a los nuevos invasores que tenían su propia idea de reconquistar.

Las grandes ciudades árabes y los reinos taifas que representaban fueron cayendo poco a poco en poder de los reyes cristianos: Zaragoza, Toledo, Córdoba, Sevilla, Valencia, y finalmente, Granada.

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Interior de la mezquita de Córdoba.

Este Reconquista resultó ser tan lenta que entre la toma de Toledo por Alfonso VI de Castilla en 1085 y la caída de Granada en 1492 pasaron más de cuatro siglos; aunque después de caer Sevilla a mediados del siglo XIII bajo el poder de Castilla y Valencia ahora en el poder de Aragón, el dominio cristiano es hegemónico.

El reino de Granada sobrevivió por razones político-económicas. Los emires o reyezuelos granadinos pagaron tributos en oro durante muchísimos años antes que los Reyes Católicos decidieran eliminar por completo de la península la presencia musulmana.

El origen de las Cruzadas

La I Cruzada fue predicada por el Papa Urbano II en el Concilio de Clermont (1095), tras la conquista de Jerusalén por los turcos seljúcidas (1076) y las peticiones de ayuda del emperador bizantino Alejo I Comneno.

Aparte de la recuperación de los Santos Lugares, con su clara connotación religiosa, los Papas vieron las Cruzadas como un instrumento de ensamblaje espiritual que superase las tensiones entre Roma y Constantinopla, que además elevaría su prestigio en la lucha contra los emperadores germanos, afianzando su poder sobre los poderes laicos. También como un medio de desviar la guerra endémica entre los señores cristianos hacia una causa justa que pudiera ser común a todos ellos, la lucha contra el infiel.

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Cruzadas: buen negocio.

El éxito de esta iniciativa y su conversión en un fenómeno histórico que se extenderá durante dos siglos, se deberá tanto a aspectos de la vida económica y social de los siglos XI al XIII como a cuestiones políticas y religiosas, en las que intervendrán una gran variedad de agentes: como la difícil situación de las masas populares de Europa occidental; el ambiente escatológico, que hacía de la peregrinación a Jerusalén el cumplimiento del supremo destino religioso de los fieles; o los intereses comerciales de las ciudades del norte de Italia que participaban en estas expediciones y que encontraron en las cruzadas su oportunidad de intensificar sus relaciones comerciales con el mediterráneo oriental, convirtiéndose en las grandes beneficiarias del proceso.

Los comerciantes Italianos reabrieron el Mediterráneo oriental al comercio occidental, monopolizaron el tráfico y se convirtieron en intermediarios y distribuidores en Europa de las especies y otros productos traídos de China e India.

También tuvo su papel la necesidad de expansión de la sociedad feudal, en la que el marco de la organización señorial se vio desbordado por el crecimiento, obligando a emigrar a muchos segundones de la pequeña nobleza en busca de nuevas posibilidades de lucro. De esta procedencia eran la mayoría de los caballeros franconormandos que formaron la mayor parte de los contingentes de la primera cruzada.

Espiritualmente dos corrientes coinciden en las Cruzadas. Por un lado, la idea de un itinerario espiritual que enlaza la cruzada con la vieja costumbre penitencial de la peregrinación. Así se intenta alcanzar la Jerusalén celestial por vía de la Jerusalén terrestre. Ambas a ojos del cristiano del siglo XI resultaban prácticamente inseparables.

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Y más que para los caballeros para las masas populares imbuidas de unas ideas mesiánicas y en extremo anarquizantes, que chocaron repetidamente con el orden social establecido.

Son las llamadas cruzadas populares, como la de Pedro el Ermitaño, que precedió a la expedición de los caballeros, la de los Niños (1212) y la de los Pastoreaux (1250). Por otro lado, está la idea de una "guerra santa" contra los infieles, en la que Jerusalén no constituye el único objetivo, se lucha contra el Islam.

Las ocho Cruzadas

La historiografía tradicional contabiliza ocho cruzadas, aunque en realidad el número de expediciones fue mayor. Las tres primeras se centraron en Palestina, para luego volver la vista al Norte de África o servir a otros intereses, como la IV Cruzada.

La I cruzada (1095-1099) dirigida por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la conquista de Jerusalén (1099), tras la toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra Santa: el reino de jerusalén (1099), el principado de Antioquia (1098) y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).

La II Cruzada> (1147-1149) predicada por San Bernardo de Clairvaux tras la toma de Edesa por los turcos, y dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, terminó con el fracasado asalto a Damasco (1148).

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Ricardo Corazón de León.

La III Cruzada (1189-1192) fue una consecuencia directa de la toma de Jerusalén (1187) por Saladino. Dirigida por Ricardo Corazón de León, Felipe II Augusto de Francia y Federico III de Alemania, no alcanzó sus objetivos, aunque Ricardo tomaría Chipre (1191) para cederla luego al Rey de Jerusalén, y junto a Felipe Augusto, Acre (1191).

La IV Cruzada (1202-1204), inspirada por Inocencio III ya contra Egipto, terminó desviándose hacia el Imperio Bizantino por la intervención de los venecianos, que la utilizaron en su propio beneficio.

Tras la toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyó sobre el viejo Bizancio el Imperio Latino de Occidente, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil. Desapareció en 1291 ante la reacción bizantina que constituyeron el llamado Imperio de Nicea, al tiempo que Génova sustituía a Venecia en el control del comercio bizantino.

La V (1217-1221) y la VII (1248-1254) Cruzadas , dirigidas por Andrés II de Hungría y Juan de Brienne, y Luis IX de Francia, respectivamente, tuvieron como objetivo el sultanato de Egipto y ambas terminaron en rotundos fracasos.

La VIII cruzada (1271) también fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyó con la muerte de San Luis ante la ciudad sitiada.

La VI Cruzada (1228-1229) fue la más extraña de todas, dirigida por un soberano excomulgado, Federico II de Alemania, alcanzó unos objetivos sorprendentes para la época: el condominio confesional de Jerusalén, Belén y Nazareth (1299), status que sin embargo duraría pocos años.

España no tuvo mucho que ver en estas Cruzadas, varios miles de españoles se alistaron para combatir al "infiel". En el año 1180 el papa Alejandro III emitió una bula reconociendo la Orden de los Caballeros de Nuestra Señora de Montjoie, fundada por un español, el conde Rodrigo, siete años más tarde muchos hermanos se pasaron a las otras Órdenes Militares nacionales y otros se retiraron a Aragón, la conocida Orden de Trufac. La Orden del Temple los absorbió.

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Importantes pero infructuosas.

Estas Órdenes Militares extranjeras —la Hospitalaria de San Juan o de los Caballeros de Malta, el Temple y los Caballeros Teutónicos— sí fueron las que actuaron ayudando a las españolas, pues, como dijo Fernando II de Castilla "No faltan moros en mi propio país".

Esta Cruzada no es ni más ni menos que la Reconquista, iniciada, según muchos, por Pelayo en el año 722 en la famosa Batalla de Covadonga. Duró 770 años, hasta 1492, la caída de Granada en manos cristianas.

El siguiente gran paso hacia la reconquista fue la toma de Toledo en el año 1085. al-Andalus se había convertido en un lugar donde los musulmanes nacían y morían.

Consecuencias

Las Cruzadas influyeron en múltiples aspectos de la vida medieval, aunque, en general, no cumplieron los objetivos esperados.

Casi todas las expediciones militares sufrieron importantes derrotas. Jerusalén se perdería en 1187 y lo que quedó de las posiciones cristianas tras la III Cruzada hasta su definitiva pérdida en el siglo XIII (San Juan de Acre -1291) se limitaba a una estrecha franja litoral cuya pérdida era cuestión de tiempo.

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Los señores de Occidente.

Además, los señores de Occidente llevaron sus diferencias tanto a las propias Cruzadas (Luis VII de Francia y Conrado III en la II Cruzada; Ricardo Corazón de León y Felipe II Augusto en la III) como a los estados cristianos fundados en Tierra Santa, donde los intereses de los diferentes grupos dieron lugar a numerosos conflictos.

En el intento de reensamblar las cristiandades latina y griega, no sólo fallaron las Cruzadas, sino que se acentuó el odio y la diferencia entre ellas, convirtiéndose en causa última de la ruptura definitiva entre Roma y Bizancio.

Cierto es que Bizancio pidió ayuda a Occidente, pero al modo tradicional, pequeños grupos de soldados que le ayudasen a recobrar las provincias perdidas, no con grandes ejércitos poco dispuestos a someterse a la disciplina de los mandos bizantinos, o que se convirtieran en poderes independientes en las tierras que ocupasen o en la propia Constantinopla, como ocurrió en la IV Cruzada.

Historiadores como Ana Comneno o Guillermo de Tiro nos han dejado testimonios del impacto del paso de los cruzados por las tierras bizantinas y el choque entre la brutalidad de costumbres de los occidentales y el refinamiento cultural bizantino.

Por último, y a pesar de los réditos políticos que las Cruzadas tuvieron para el Papado como director de la política exterior europea, pronto se encontró Roma con voces que criticaban su uso como instrumento al servicio de los intereses papales, sobre todo desde que no se limitaron a los musulmanes, y se dirigieron también contra los disidentes religiosos o los enemigos políticos.

Ver, además: Las cruzadas

Fuentes Internet:

http://centros5.pntic.mec.es/ies.arzobispo.valdes.salas/alumnos/agrupa/islam.html#muesp

http://www.hispanus.com/es/hist70_es.htm

http://www.arteguias.com/cruzadas.htm

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