Domingo Ortiz de Rozas

Junto con promover a Manso de Velasco al cargo de virrey del Perú,  Felipe V confió el gobierno de Chile al teniente general José de Lima y Mozones, pero éste lo rehusó. En vista de esta negativa, el rey nombró para el cargo, el 24 de mayo de 1745, al teniente general Domingo Ortiz de Rozas, ascendiéndolo de la gobernación de Buenos Aires, que desempeñaba desde 1742. El nuevo mandatario entró a Santiago el 25 de marzo de 1746 y juró ante el cabildo el mismo día.

Posesionado de él, Ortiz de Rozas empezó por recorrer el territorio, y especialmente el sur, a fin de imponerse de las necesidades de las nuevas villas y de estudiar la conveniencia de fundar otras, aprovechando los viajes para inspeccionar los fuertes del Biobío.

Al igual que los otros gobernadores del siglo XVIII, realizó un parlamento con los indígenas en los llanos de Tapihue (diciembre de 1746), en el cual se acordó que los naturales no participarían en correrías al otro lado de la Cordillera de los Andes.

El gobernador había nacido en la villa de Rozas, Asturias, España en 1683. Sus padres fueron Urbano Ortiz de Rozas e Isabel García de Villasuso. Se casó con Ana Felipa de Briviesca, con la cual tuvo cuatro hijos: una mujer y tres varones.

Siendo muy joven, Domingo siguió la carrera militar y participó en la guerra de sucesión española y en varias campañas en Italia y África. En 1737, obtuvo la Cruz de la Orden de Santiago.

En 1741 inició su carrera administrativa al ser nombrado Gobernador de Buenos Aires, ciudad de la que saldría un tiempo después al ser ascendido a Gobernador y Capitán General de Chile, cargo que ocupó entre 1746 y 1755.

Fundación de la Real Universidad de San Felipe

Mientras el gobernador hacía una de sus inspecciones al sur,  se cumplió una de las aspiraciones más antiguas y más ardientemente deseadas de la sociedad colonial con la inauguración de la Real Universidad de San Felipe.

El deseo de que sus hijos obtuviesen títulos profesionales, que los habilitasen para la carrera judicial y para el desempeño de los demás cargos públicos que los exigían, germinó desde los primeros días de la Colonia y se había concretado en un anhelo que, desde hacia más de un siglo constituía la suprema aspiración de los chilenos. Independiente del ahorro del sacrificio de mandar sus hijos a la Universidad de San Marcos de Lima para que obtuvieran títulos profesionales, los chilenos creían que la fundación de una universidad en Santiago elevaba su país al rango de una de las primeras Colonias de América, ya que acudirían a ella los estudiantes de Tucumán y del Paraguay. El 2 de diciembre de 1713, el alcalde Francisco Ruiz dé Berecedo inició una moción para solicitar al rey una universidad.

Años más tarde, en 1747, le correspondió al gobernador Ortiz de Rozas  inaugurar la Real Universidad de San Felipe y nombrar a su primer rector, Tomás de Azúa e Iturgoyen.

En el ámbito de los servicios, el primer sistema de correos en Chile fue iniciado a partir de las órdenes impartidas por los señores Manso de Velasco y Domingo Ortiz de Rozas quienes iniciarían en forma muy primitiva lo que se llamó la "Red Postal", que iba desde La Ligua al sur.

Los nuevos tajamares del Mapocho

Ortiz de Rozas procuró imitar a Manso de Velasco, su predecesor, sin advenir que la continuación de la política del ex mandatario, en algunos renglones, ya no respondía a una necesidad real de la Colonia.

Su programa, algo influido por los acontecimientos eventuales, puede condensarse así: la construcción de los tajamares del Mapocho, las fundaciones de nuevas ciudades, la erección de la Casa de Moneda de Santiago, el traslado de la ciudad de Concepción, arruinada una vez más; el ensayo de colonización de Juan Fernández, y medidas de fomento de la riqueza.

Entre los trabajos públicos, el de más consideración fue el de los tajamares del Mapocho, que, iniciados en 1749 y concluidos en 1751, debían proteger la ciudad hasta 1783. El 30 de abril de 1748, una gran crecida del Mapocho destruyó los antiguos tajamares, se llevó el puente que existía frente a la recolección franciscana, y sus aguas se desbordaron por la ciudad.

El 1° de enero de 1749 se dio comienzo a la reconstrucción de los tajamares, fabricándolos esta vez en forma de un espeso murallón de piedra sin cantear, unidas por un mortero rico de cal y arena, que dio  gran solidez a los muros, pero la falta de roca o tosca sólidas en la cual afianzar los cimientos, iba a permitir a las avenidas posteriores socavarlos y tumbarlos, después de 32 años de embates. Primitivamente, tuvieron cinco cuadras de largo, con un costo de 7.000 pesos la cuadra. El cabildo, por iniciativa propia, los prolongó en dos cuadras más.

Fundación de ciudades

El programa de Manso de Velasco había excedido las necesidades urbanas de Chile; el país carecía de vitalidad para cumplirlo, sin detrimento de la producción agrícola. Ortiz  de Rozas, en su empeño por imitar a su sucesor, sin fijarse en este aspecto del problema, inició una nueva serie de fundaciones que malgastaron inútilmente un esfuerzo que pudo emplearse en otras actividades, con resultados más satisfactorios.

Curicó (Curi= negro, co= agua), tierras de aguas negras, fue fundada en 1743 por Manso de Velasco con el nombre "San José de Buena Vista de Curicó". En 1747 el Gobernador Domingo Ortiz de Rozas ordenó su traslado unos 5 kms. más al norte, donde se ubica actualmente, por ser demasiado húmedo el terreno donde se encontraba originalmente.

Por auto de 17 de enero de 1749 mandó fundar la villa de San Antonio de Abad de Quirihue. Poco después, dispuso la erección de Jesús de Coelemu. En 1750, fundó a Santa Bárbara de Casablanca y a Santa Ana de Briviescas en Petorca, en 1751 fundó a San Antonio de La Florida.

El gobernador funda Santa Bárbara de la Reina de Casablanca (1753), nombre que proviene de los adobes blanqueados  de una casa levantada al poniente de la ciudad.

En la época colonial, la minería del oro destacó como la principal actividad económica de La Ligua, mantenida aun hasta la fundación de la misma en junio de 1754, ordenada por el gobernador del Reino de Chile, Teniente Coronel Domingo Ortiz de Rozas, en cuyo homenaje se bautizó al poblado como Villa de Santo Domingo de Rozas de La Ligua. El mismo año funda la Villa San Rafael de Rozas de Illapel, y en 1759 mandó fundar la Villa Santa Rosa de Guasco.

Terremoto del 25 de mayo de 1751: cambio de la ciudad de Concepción

A Manso de Velasco le había cabido en suerte gobernar un país que se  reponía de un gran terremoto; a Ortiz de Rozas le estaba reservado presenciar la ruina de gran parte de los progresos realizados bajo el hábil gobierno de su predecesor y del suyo propio.

A la una y media de la madrugada del 25 de mayo de 1751, un fuerte temblor derrumbó la torre de la catedral de Santiago, una capilla en Renca y numerosas casas y murallas mal construidas o ya agrietadas por los terremotos anteriores. Los arcos interiores de ladrillo del templo de la Compañía quedaron inutilizados. Los temblores continuaron sucediéndose a cortos intervalos. Todo  inducía a suponer que se trataba de un gran terremoto, cuyo centro estaba algo lejano.

Efectivamente, en la noche del 23 de mayo, un fuerte remezón de tierra había sembrado el pánico entre los habitantes de Concepción que conservaban frescos los recuerdos del gran terremoto que arruinó la ciudad en 1730, y el del 28 de octubre de 1746, que arrasó a Lima y al Callao. La casi totalidad de los pobladores se mantuvo alerta todo el día y la noche siguiente, esperando un nuevo cataclismo.

Y el desastre llegó el 25 de mayo de 1751 cuando nuevamente un terremoto y maremoto arrasaron Concepción.

La calamidad hizo ver la necesidad de cambiar el emplazamiento de la ciudad, a pesar de la resistencia que a ello opuso el obispo José de Toro y Zambrano . El diferendo fue entregado al Rey para su resolución.

En 1764 unos técnicos irlandeses (entre ellos Ambrosio O'Higgins ) redactaron un informe que favorecía ampliamente al Valle de la Mocha para el nuevo emplazamiento. En marzo del mismo año el monarca había emitido una real cédula disponiendo el cambio al Valle de la Mocha.

El 26 de Noviembre de 1764 se ordenó el traslado definitivo,

La colonia de Juan Fernández

El cataclismo arruinó también la colonia recién fundada de Juan Fernández. Después de los servicios que habían prestado a la escuadrilla de Anson, la corte española se dio cuenta de la importancia de estas islas para conservación de su dominio en el Pacífico y para la defensa del virreinato del Perú. Pasando de un extremo a otro, a la indiferencia con que se las había mirado hasta entonces, sucedió el temor nervioso de que Inglaterra las ocupara aun en plena paz, y a fin de prevenir esta eventualidad, se ordenó al virrey del Perú, José de Manso, que las poblase y fortificase. Este funcionario envió dos buques de guerra a reconocer las islas de Juan Fernández y el archipiélago de Chonos, por cuya suerte también temía la corte española.

Por orden suya, el presidente Ortiz de Rozas despachó desde Concepción, el 11 de marzo de 1750, una fragata con 62 soldados de línea, 171 pobladores de ambos sexos y 22 presidiarios, a cargo del teniente coronel Juan Navarro Santaella. Llevaba este jefe consigo dos capellanes, un cirujano y toda clase de ganado y víveres abundantes. El virrey le remitió desde el Callao 16 cañones, arcabuces, mosquetes y abundantes municiones. Y a fin de ligar la Colonia con el Callao y con Valparaíso, dispuso que todos los buques que navegasen entre ambos puertos tocaran en las islas,  llevando arroz, azúcar, ganado y todo lo que pudiera faltar en la población.

El comandante Navarro, al elegir sitio para la ciudad, no tomó en cuenta los maremotos, y buscando la proximidad del océano, ubicó la aldea en una planicie tan baja, que la misma salida del mar que arrasó a Concepción, la sepultó. En la catástrofe perecieron Navarro Santaella, su mujer y 35 personas más.

Francisco Espejo, nombrado en reemplazo del difunto gobernador Navarro, rehízo la aldea y las defensas destruidas por el maremoto, en lugar más elevado, con los auxilios que se le remitieron del Perú y de Chile.

El estanco del tabaco

Tocó a Ortiz de Rozas implantar el estanco del tabaco. A solicitud del virrey conde de Superunda, Fernando VI lo había establecido en el Perú, a fin de incrementar las rentas de la corona.

Carece de objeto entrar en disquisiciones sobre las consecuencias del estanco en el resto de América, y especialmente en el Perú, que era productor de este artículo. En Chile, donde apenas se le cultivaba, era una medida inocua, que recaía sobre un articulo superfluo.

El conde de Superunda confió la administración del estanco en Chile al comerciante José Ignacio de Herquiñigo, que lo implantó en Santiago el 4 de mayo de 1753, y en Concepción, el 30 de noviembre del mismo año. Debía rescatarse por cuenta del rey el tabaco que existiera en poder de los comerciantes. Con este motivo se suscitó una agria disputa entre los funcionarios del estanco, que ordenaron destruir cierta cantidad, por estar en malas condiciones o estar mezclado con tierra, y sus dueños, que alegaban lo contrario.

También le correspondió implantar la reforma que Manso de Velasco había ideado, para adaptar el ejército a la nueva situación creada por los cambios en la guerra de Arauco

Fin del gobierno de Ortiz de Rozas

Por real cédula de 18 de enero de 1748, el rey había concedido a Ortiz de Rozas el título de conde de Poblaciones, y le había reiterado su confianza. Pero se iba aproximando a los 80 años y se sentía muy decaído.

Deseando concluir sus días en España, solicitó con instancia su relevo, hasta que el rey lo reemplazó por el mariscal de campo Manuel de Amat y Junient. Hizo la entrega del mando el 28 de diciembre de 1755, poniendo en manos de su sucesor una memoria análoga a la que "había recibido de Manso de Velasco, obedeciendo a un mandato del rey, que quería producir, por medio de este recurso, la continuidad del gobierno y de la administración.

El 50 de abril de 1766 se embarcó en Valparaíso con toda su familia en el navío denominado "El León". Todos los que fueron a despedirlo, comprendieron que no se cumpliría su deseo de morir en su tierra natal. Efectivamente, el 28 de junio, a los dos meses de navegación, fallecía el anciano ex mandatario. El día 29, a las diez de la mañana, estando en la latitud 54° 48' y longitud 51 ° 30' se arrojó su cadáver al mar, en presencia de toda la tripulación reunida, que, después de dar siete vivas al rey, le hizo un respetuoso saludo de despedida.

Fuentes:

Páginas Internet

“Historia de Chile”, Francisco A. Encina

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