Jean de La Fontaine


Poeta y fabulista francés, nacido en Chateau-Thierry en 1621 y muerto en París el 13 de abril de 1695.

Autor de "Fábulas", las que escribió usando una métrica muy variable, siguiendo el ejemplo de Esopo y Fedro.

También es autor de "Cuentos y novelas cortas", escrita en verso.

El autor fue famoso por su carácter licencioso.

La palabra "fábula" proviene del latín "fabulam", conversación sin importancia, y de ahí su significado de rumor o habladuría y, por extensión, todo relato de ficción cuya intención sea esconder una verdad.

En literatura, la fábula es un relato breve, muchas veces en verso y escrito en un tono jocoso que contrasta con el sentido moral, o moraleja, que cabe extraer del mismo. Para extremar el carácter didáctico y jocoso de la composición, los sujetos de la ficción suelen ser animales dotados de habla.

Su origen se remonta a las literaturas más antiguas, y algunas de las más conocidas pueden seguirse en su evolución desde la primitiva versión hindú hasta nuestros días, pasando por Grecia, Roma y las tradiciones árabe y castellana medieval.

El genio de Jean de La Fontaine realizó un gran aporte al género. El autor se libera de las cadenas que le sujetan a sus protectores y recurre a su genio cuentista-narrativo, con breves sentencias morales o gnómicas, por lo que la historia bien podría otorgarle el título de "padre de la fábula moderna".

Sus fábulas se publicaron en tres momentos: el primero, en 1668, agrupa seis libros; en 1678-79 aparecen los libros séptimo al undécimo, y en 1694 el duodécimo y último. Bajo el título de "Fábulas escogidas y puestas en verso" salieron a la luz los doce libros citados.

El estilo versificador de La Fontaine, concreto, claro, sencillo, se refleja en la facilidad que ofrece para el aprendizaje memorístico de los episodios o escenificaciones, mérito sobrado para un autor como para ser reconocido universalmente.

Sus fábulas derivan de Esopo, Fedro y sus continuadores clásicos, pero también de los fabulistas orientales y de los medievales. La Fontaine nunca dejó de lado el fin instructivo de la fábula y a él se empeñó, aparte de con su nitidez expresiva, con un tacto siempre templado y una pluma caliente.

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