Juana De Ibarbourou

Fue una gran escritora uruguaya nacida el 8 de marzo de 1895, en Melo, departamento de Cerro Largo.  Su padre era vasco español y su madre perteneció a una de las familias españolas más antiguas de Uruguay. Su poesía ha enriquecido la literatura de América marcándola con su fuerte y delicada personalidad plena de amor.

Tal vez por esta razón el público hispanohablante ha leído su poesía desde siempre con tanto entusiasmo.

Su poesía conquistó tan rápidamente la atención del público en general y de los entendidos, que en el año 1929, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, un grupo de artistas y diplomáticos de distintos países encabezados por el célebre escritor Alfonso Reyes; proclamó a Juana de Ibarbourou, Juana de América.

Juana de Ibarbourou, Juana de América , es sin lugar a dudas la poetisa más excelsa de Uruguay, por lo menos la de más aclamo popular. Fue otorgada medalla de oro en prácticamente todos los países del Nuevo Mundo, y también recibió unas cuantas en el Viejo.

De Ibarbourou se distingue por su expresión sencilla, pero de profundo sentimientos y significado. Por un lenguaje y una forma capaz de ser interpretada por el público en general. Para poder leer e interpretar algunas poetisas hay que ser poeta, pero no en el caso de esta uruguaya. Especialmente en sus tres primeros poemarios donde la alegría de vivir se entrelaza con la melancolía, la naturaleza de los campos con las travesuras de la impaciente juventud. Ya en los otros poemarios que siguen se pone más seria, más literaria, pero sigue siendo Juana de América.

Hemos leído varias anécdotas de Juana de Ibarbourou y todas, desde jovencita hasta ya entrada en los años, describen una persona muy amable, muy cariñosa, una uruguaya. Según las descripciones, la impresión que tenemos es que no sólo era incapaz de hacerle daño a nadie sino que captaba y se preocupaba por las necesidades sentimentales de las personas con las que trataba.

Transcurrió su infancia en su pueblo natal. Escribió algunos poemas que vieron la luz en las publicaciones locales y también de Montevideo pero sin ninguna consecuencia. A los diecinueve años se casó con Lucas Ibarbourou. El matrimonio, después de cuatro años de recorrer casi todo el país, se trasladó a Montevideo. Totalmente dedicada a su familia escribía sus poesías por satisfacción propia, hasta que ya en la capital un escritor vio aquella maravilla. Y la que estaba supuestamente ser una muchachita del campo, resultó ser una de las plumas más depurada y elegante en la poesía femenina de esta lengua.

Ofreció importantes y destacadas creaciones para los niños de su país como lo son: El Cántaro Fresco y Chico Carlos.

En 1979 deja de existir a la edad de 84 años.

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